sábado, 26 de marzo de 2011

El secreto de sus ojos



- Sabés que yo venía pensando qué cosa este tipo, que no haya nada, que se nos haya hecho humo así. Y se me ocurrió pensar en los tipos, pero en todos los tipos, no sé si me entendés. No en este tipo. En todos los...
- Los tipos. Sí, dale.
- En “EL” tipo. El tipo puede hacer cualquier cosa para ser distinto. Pero hay una cosa que no puede cambiar. Ni vos, ni yo. Nadie. Mírame a mí: tengo un buen trabajo, una mujer que me quiere, todavía soy joven y como vos decís me arruino la vida en tugurios como este… Vos mismo me lo preguntaste. ¿Por qué lo hacés?... Porque me apasiona. Venir acá, ponerme en pedo y cagarme a trompadas si me hinchan las pelotas. Me gusta. Y vos lo mismo, Benja, lo mismo. Oíme, Irene está más casada que la vieja de los Campanelli, tiene treinta y siete revistas de trajes de novia en el escritorio, se comprometió con fiesta y todo… Y vos seguís esperando un milagro. ¿Por qué?

[...]

- ¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar Benjamín… No puede cambiar de pasión.

No hay comentarios: