sábado, 14 de mayo de 2011

Gracias

A todos, por enseñarme, entre otras muchas cosas, a vivir.

Pensando en eso esta noche, con el corazón y el estómago hechos papilla, me digo que a fin de cuentas quizá sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás.
Sí, eso es, un siempre en el jamás.

No tema Renée, no me suicidaré y no le prenderé fuego a nada de nada.
      Pues, por usted, a partir de ahora buscaré los siempres de los jamases.
      La belleza en este mundo.

Muriel Barbery
La elegancia del erizo

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