Cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación invita a celebrar el día mundial de la filosofía, bueno es recordar que el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos precisa que "la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad".
Lo difícil de todas las proclamas cargadas de buenas intenciones es que se den las condiciones sociales de su cumplimiento. Baste mencionar el articulado de la Constitución española según el cual todo ciudadano tiene derecho a una vivienda digna. Sin embargo, tratándose del evocado derecho universal se da el problema añadido de que ni siquiera se toma realmente en serio lo que implica una educación integral, una educación que garantice el desarrollo efectivo de la personalidad.
Pues bien, nada más adecuado al respecto que recordar la tesis platónica según la cual la educación no ha de sustituirse a las capacidades innatas sino fertilizarlas, ayudar a que se desplieguen las facultades intelectivas y creativas que caracterizan al ser humano entre las demás especies animales. Sin duda no todo ser humano puede consagrar su vida a la investigación científica o a la tarea artística, pero, sin embargo, cada uno de los humanos se halla concernido por ellas, y tiene derecho a que se le ayude a reconocer que efectivamente es así, que lo que se dirime en estas tareas del espíritu también es cosa suya. Entre otras cosas, misión de la filosofía es recordar este derecho.
El motor de la filosofía no es tanto explorar desconocidos rasgos del mundo como restaurar una actitud ante aspectos (del entorno o de nosotros mismos) que eventualmente pueden ser ya conocidos, pero que no por ello dejan de ser sorprendentes. Para un investigador en física los principios del formalismo cuántico pueden constituir algo sabido, pero el simple ciudadano al que se ha dicho que en tales principios se pone en tela de juicio la idea que nos hacemos del mundo, tiene todo el derecho a exigir una educación general que no los obvie, que le haga partícipe de lo que en ellos se juega.
Afirmar la universalidad de la disposición filosófica implica que las interrogaciones fundamentales, que tantos por circunstancias sociales se han visto forzados a repudiar de sus vidas, están al alcance de toda persona tensada por lo desconocido e inquieta sobre su ser y su entorno. No se exige de entrada ser una persona culta y menos aún una persona erudita. La filosofía tiene sus problemas específicos, archivados en los grandes textos de su historia, pero tales problemas son el resultado de que el ser humano ha experimentado siempre una suerte de estupor ante la naturaleza y ante su propia existencia, estupor que le lleva a interrogarse, traduciendo sus vacilaciones y respuestas en conceptos y símbolos.
Pues, al igual que Descartes, Kant, Heisenberg o Einstein, ¿quién no se ha preguntado alguna vez si hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras su eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, los cuales en apariencia tienen una percepción de tal realidad coincidente con la suya? Los instrumentos para responder en uno u otro sentido a esta pregunta cubren hoy miles y miles de páginas de sesudas revistas filosóficas o científicas y han sido esgrimidos como armas por algunos de los eruditos más importantes.
Pero la pregunta sigue siendo elemental y toda persona es susceptible de sentirse interpelada por la misma, hasta el punto quizás de que, si su vida material se lo permitiera, acuciada por tal interrogación, empezaría a dotarse de los elementos de información precisos para abordarla. Cosa que ya ha hecho alguna vez, al menos en una etapa tan ingenua como luminosa en la que la vida no estaba extraviada entre querellas evitables y expectativas ilusorias.
Es un desprecio a los ciudadanos considerar la vida del espíritu como cosa de minorías exquisitas y designar para el común la alternancia entre un trabajo puramente mecánico (cuando lo hay) y un ocio estéril. Obviamente, el asunto tiene implicaciones políticas y por eso el mero hecho de reivindicar una educación que empuje a una actitud filosófica es ya una cuestión de compromiso.
Cuando hace unos meses un importante consejero de Gobierno autonómico promulgaba una educación superior pública adaptada al mercado, explicitando que el propenso al estudio de la cultura griega habría de "pagarse el lujo", no solo estaba despreciando a Eurípides y Aristóteles, sino también a Euclides, es decir, la matriz de nuestra cultura.
Lo democrático de la filosofía reside en la tesis, enunciada por Aristóteles, de que todos podemos instalarnos en la actitud interrogativa, a poco que nos liberemos de las barreras sociales que lo dificultan y que impiden realizar nuestra naturaleza de seres tallados por la razón y el lenguaje.
Víctor Gómez Pin es catedrático de Filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona
El País 13/11/2011
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domingo, 13 de noviembre de 2011
domingo, 24 de abril de 2011
Fahrenheit 451
Montag era bombero y su oficio consistía en provocar incendios. No quemaba cualquier cosa, sólo libros y, excepcionalmente, como castigo ejemplar, las casas donde se escondían bibliotecas enteras. Las autoridades habían prohibido los libros en defensa del bien común. La literatura era muy perniciosa porque despertaba sentimientos en los ciudadanos a base de mentiras. La experiencia de seres inventados provocaba en las personas reales un sufrimiento auténtico, porque estimulaba su sentido crítico e inspiraba la tarea de cuestionarse su propia existencia. Los relatos de la insatisfacción producían insatisfacción, la memoria del dolor sembraba dolor, el anhelo de amor ponía de manifiesto la ausencia de amor, la fiebre del deseo incendiaba la conciencia de quienes nunca habían necesitado sentirlo. La literatura perturbaba la paz social y la felicidad individual, pero no era la única materia prohibida. La filosofía, aún más dañina, minaba los fundamentos de una armonía basada en un sistema de respuestas que no había necesitado de preguntas previas. La Historia, con todo, era lo peor, porque demostraba que el pasado había existido, y el pasado, con sus preguntas y sus respuestas, era el enemigo más feroz del armonioso presente donde los bomberos como Montag quemaban libros y detenían a los individuos antisociales que los conservaban aunque estuvieran prohibidos por la ley.

Esta historia se titula Farenheit 451, como la temperatura a la que arde el papel y de la que toma su nombre el cuerpo de bomberos al que Montag perteneció antes de que David Copperfield le convirtiera en un hombre distinto. Ray Bradbury la escribió en 1953, y François Truffaut la adaptó al cine en 1966, para inscribir su nombre en la selectísima lista de los cineastas que han conseguido hacer una película cuyos méritos igualan -en mi opinión, incluso superan- la calidad de la novela de la que proviene. Es, en todo caso, una historia emocionante, tan conmovedora como un espejo capaz de reflejar con una admirable precisión lo mejor y lo peor de la condición humana.
En los últimos tiempos he pensado mucho en Montag. Los debates sobre las nuevas tecnologías, los anuncios apocalípticos sobre el fin de mi oficio, las profecías que pretender salvar la literatura convirtiéndola en un ejercicio domesticado, sometido a la caridad de las subvenciones, o la condenan como un fósil prescindible de otros tiempos, me han devuelto a la serena determinación de los hombres-libro, al heroísmo que su libertad, su voluntad seguirá labrando a la humana escala de su memoria mientras quede un solo lector, un solo espectador de su epopeya.
Por eso los traigo aquí, ahora que el sol empieza a calentar y las calles, las plazas de tantos pequeños pueblos y grandes ciudades de España se llenan de puestos, de carpas, de casetas abarrotadas de libros que esperan a que un lector los tome en sus manos.
Porque ustedes no tienen más que salir de casa y dar un paseo para conjurar, en nombre de toda la Humanidad, al demonio que atormenta el corazón de Montag.
El País Semanal 24/04/2011
domingo, 3 de abril de 2011
Los políticos sobrantes
"Españoles, ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado de atender el clamoroso requerimiento de cuantos, amando la patria, no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política". La frase podría haber sido pronunciada ayer por uno de esos tertulianos de la TDT que trasnochan y se enfurecen, pero la dijo Primo de Rivera al proclamar su golpe de Estado, el 14 de septiembre de 1923.
Los políticos han caído en la gran trampa en que se ha convertido el mundo. Se comportan como si las costuras del Estado-nación no hubieran reventado y ellos conservaran intacto el poder que tenían cuando los problemas acababan en la garita de aduanas. Los de ideario socialdemócrata prometen esto, lo otro y lo de más allá, sin hacer mención alguna a sus limitaciones. Lógicamente, al presentarse estas -que siempre parecen sobrevenidas aunque siempre hayan estado ahí-, el gentío las interpreta como un signo de debilidad y no como el estado de cosas. Cuando Zapatero explica las restricciones presupuestarias afirmando: "sé lo que tengo que hacer. Y lo voy a hacer", sus palabras resuenan como las del diligente mayordomo que se dispone a abrillantar la plata. Pero como nunca lo vimos con traje de librea, tenemos derecho a pensar que manda y a exigirle en consecuencia.

Los políticos de signo neoliberal, por su parte, se muestran entusiasmados con la idea de llegar a ser genuinamente superfluos: quieren podar las instituciones, la riqueza del Estado y su capacidad de acción. Abogan por reducirlo a su mínima expresión, lo venden a pedacitos, recortan los servicios, sin ver que resultan tan absurdos como un tratante de ganado haciendo proselitismo vegetariano. En algunos casos, como el de las televisiones autonómicas, la ideología resulta indiferente: la más pura incoherencia guía sus actos. Primero las politizan para tenerlas a su servicio y gastan sumas millonarias en una programación insufrible; después, esgrimen el argumento de la escasa audiencia y su alto coste para justificar su privatización. Su ineptitud como gestores, lejos de llevarles a dejar el paso a alguien mejor, les sirve para demostrar la nulidad genética de los políticos y abundar en su propio desprestigio.
La dinámica de la globalización y el dogma neoliberal son dos cargas explosivas en los pilares de la política de carácter muy distinto. La globalización es un proceso histórico con implicaciones sociales, ecológicas, culturales, comunicativas, que se puede gestionar en beneficio de todos o en el de unos pocos. Sin embargo, los voceros del dogma neoliberal dan por supuesto que solo hay una globalización, la suya, y subsumen su ideología en el proceso para imponer con fatalismo la idea de que el viento de la historia nos conduce, cuando en realidad son ellos, que están remando. Eso no se llama globalización, sino globalismo, siguiendo la distinción establecida por Ulrich Beck: "el globalismo es la concepción según la cual el mercado mundial desaloja o sustituye al quehacer político. La tarea principal de la política, delimitar bien los marcos jurídicos, sociales y ecológicos dentro de los cuales el quehacer económico es posible y legítimo socialmente, se sustrae a la vista o se enajena".
Esa enajenación tiene también un sesgo cañí. La sociedad civil española, debilitada por 40 años de dictadura, no se ha fortalecido en democracia, entre otras cosas porque la estructura de partidos la ha suplantado. Esos clubes antidemocráticos y frecuentados más por arribistas serviles que por idealistas del bien común, han impuesto su visión partidista de la realidad. Convertidos en maquinarias de ganar elecciones y compitiendo por los mismos votantes -el exiguo cupo centrista que inclina la balanza-, se arrojan mutuamente a la cara escándalos de corrupción para deteriorar la imagen del otro. No perciben que, cuando las tramas putrefactas alcanzan cierta complejidad, los ciudadanos tienden a retener una sola idea: la política es el imperio del latrocinio y la impunidad. El corolario lógico de esta decepción consiste en abstenerse y contestar al encuestador del CIS que el tercer problema del país son los políticos.
Los medios de comunicación, actores políticos de primera magnitud, han encontrado en los escándalos la jugosa noticia que aúna el impacto -es decir, la audiencia- y el ennoblecimiento de actos informativos a menudo dictados por motivaciones espurias. Cuando los medios contribuyen a precisar al máximo las responsabilidades y a explicar la realidad en toda su complejidad resultan útiles socialmente. Dejan de serlo cuando extienden de forma genérica la mancha de la corrupción. E incurren en la más clamorosa negligencia cuando simplifican hechos y argumentos para que el tertuliano de turno brille con una confusa y enfática diatriba, en la que solo queda clara la frase: "los políticos dan asco".
La ola antipolítica resulta particularmente visible en los medios de derechas, donde una doble motivación política, la coyuntural de desgastar al Gobierno y la estructural de apuntalar el dogma neoliberal, converge con la estrategia empresarial: la audiencia ultra -al fondo a la derecha y otra vez a la derecha- constituye un nicho de mercado, no mayoritario pero sí suficiente para hacer rentable un canal de televisión. Sobra decir que si con el tiempo arrastraran a ciertos sectores del PP hacia esas posiciones, su audiencia aumentaría en consonancia, reforzando su motivación política.
Ahora, formulemos un par de preguntas: si los políticos son culpables exclusivos de sus males, ¿por qué los ciudadanos recibimos el castigo de padecerlos? ¿Por qué culpa y pena no siguen caminos paralelos? La respuesta está en Valencia, donde cunde la interesada idea del aventajado alumno de Fabra, Francisco Camps, según la cual las urnas otorgan un impoluto certificado de penales a los más votados. Contra esta perversión disponemos de un arma defensiva: basta con no votarles. Así, culpa y pena volverán a caminar de la mano: serán los malos políticos quienes reciban su castigo, y no nosotros.
El ineludible vínculo entre representantes y representados compromete a los votantes. No solo debemos elegir con escrúpulo, también hemos de tener presente que la inhibición ante el deterioro galopante de la vida pública tiene consecuencias. Aquí todo el mundo se ríe cuando alguien cita la célebre frase de Franco "haga usted como yo, no se meta en política", pero todos seguimos el consejo del dictador. Creo que las democracias más sanas son aquellas en las que los ciudadanos contemplan, no como un derecho, sino como un deber cívico, el dedicar algunos años de su vida a la política.
Pero el español es caso aparte. Su ira va en aumento mientras permanece sentado a través de los siglos. Si acaso, se levanta para llamar a una emisora y bramar contra los políticos, brindándonos la insólita imagen del demos contra la democracia. Porque no olvidemos que, en los regímenes parlamentarios, "política" y "democracia" son casi sinónimos: el deterioro de la primera equivale al de la segunda. Esa furia general, de puro antipolítica, resulta profundamente política, como indica la experiencia de aquella Italia hastiada de la corrupción de Tangentópoli que se echó en brazos de Berlusconi. Su primera victoria en 1994 fue sencilla, solo tuvo que despertar las fantasías ciudadanas, como relata Indro Montanelli en sus memorias: "La gente estaba enfervorizada con lo nuevo. Qué era eso nuevo en realidad nadie lo sabía, y gran parte de la opinión pública aceptó encarnarlo en Berlusconi. Para conquistar a la masa fue suficiente un lenguaje no político que camuflaba la nada".
Pese a que los antipolíticos den la impresión de no tener recambio, saben que llegará por su propio pie y, como ignoran cuándo, solo se trata de mantener la tensión hasta que cobre cuerpo en el mesías más madrugador. Entretanto, los más honrados de entre nuestros representantes se quedan en un rincón recibiendo pedradas. Permiten que solo tengamos noticia de mayordomos diligentes, tratantes de ganado vegetarianos o corruptos indeseables. No se atreven a decir lo fundamental: que la solución para poner algo de orden en este caos no es menos política, sino más.
Irene Lozano
El País 7/3/2011
martes, 21 de diciembre de 2010
Wikileaks: el Gran Hermano al revés
"Hasta ayer el poder controlaba y sabía lo que hacían los ciudadanos. Con Wikileaks se ha subvertido esa relación, somos todos los que controlamos el poder mundial, es la transparencia total. Pero el poder también necesita confidencialidad". Palabra de Umberto Eco, uno de los grandes teóricos de la comunicación contemporánea. Su reciente artículo en Libération, en el que afirmaba que "las revelaciones de Wikileaks marcarán en el futuro la forma de transmisión de información confidencial", ha sumado argumentos a un debate apasionante, lleno de implicaciones sobre el cambiante papel de la prensa, la calidad de las democracias en la era de Internet, la creciente exposición de las mentiras de la política al escrutinio del público y la incipiente rebelión en la granja cibernética.

Roberto Grandi, catedrático de Sociología de los Procesos Comunicativos en la Universidad de Bolonia (la de Ciencias de la Comunicación fundada por Eco), cree que las filtraciones que Wikileaks y cinco medios internacionales llevan publicando desde el 28 de noviembre han dado la vuelta al concepto orwelliano del Gran Hermano. "Pensar que un hacker veinteañero puede controlar al Estado que se considera el más avanzado en asuntos de diplomacia es chocante", dice. "Pero, más allá de eso, Wikileaks lleva a las últimas consecuencias una tendencia que se venía intuyendo: el Gran Hermano ya no es unidireccional, sino que funciona en ambos sentidos. El poder controla a los ciudadanos (escucha nuestras llamadas, controla lo que compramos y adónde vamos), pero los ciudadanos ahora saben que también ellos pueden controlar al poder".
Si el ciudadano es una casa de cristal para el Gran Hermano, ahora el poder, las relaciones entre los Estados, los secretos de la diplomacia, las mentiras de la clase política quedan convertidas en una casa abierta dentro de la cual todo el mundo puede escudriñar.
Grandi cree que "Wikileaks es el éxito final de un proceso largo: la progresiva falta de distinción entre público y privado de la que hablaba el sociólogo Erving Goffman. A partir de los años sesenta, en Estados Unidos los personajes públicos empiezan a perder su privacidad. Con esta filtración, el límite salta por los aires. Y sabemos a ciencia cierta que, si nosotros somos controlables, lo es también esa cosa impalpable llamada poder".
Según ha escrito Ezio Mauro, el director de La Repubblica, la historia de Wikileaks se puede resumir en una fórmula: información, poder y democracia en el tiempo de Internet. "El primer problema es la vulnerabilidad de los secretos de Estado. Obviamente, las democracias -y una gran democracia como Estados Unidos- están más expuestas a estas filtraciones que los sistemas cerrados y bloqueados de los Estados autoritarios. Desde hace algunos años, la política está expuesta entera, sin reservas, no hay ya límites entre el escenario y las bambalinas, y los mecanismos de decisión tienen la misma importancia que la opción final". "Ahora", concluye Mauro, "hemos dado un paso más dentro de esa novísima era. Los medios ubicuos, veloces y contemporáneos han cambiado el concepto de secreto y la noción misma de transparencia".
El profesor Grandi cree que la publicación de los documentos secretos "ha desencajado los conceptos de privacidad y secretismo. La diplomacia se basaba en el presupuesto de que los encuentros y comunicaciones eran confidenciales. Esa categoría del secreto es muy difícil de aplicar en la era digital. Los Estados deberán pararse y reflexionar. Primero, para encontrar nuevas formas de mantener un secreto. Segundo, para entender que vale la pena tejer relaciones más transparentes con los ciudadanos, porque estos acabarán enterándose de lo que ocurre en las bambalinas. En un mundo en que las informaciones llegan en fracciones de segundo, antes o después los ciudadanos se van a enterar. Y una noticia silenciada y luego robada hace mucho más ruido que una abiertamente explicada y dada".
Solo si los Estados y las instituciones se acostumbraran a ser menos temerosos de la opinión pública y proporcionaran verdadera información a sus ciudadanos, podrían quedarse tranquilos, concluye Grandi. "Pero si siguen tapando y encubriendo acabarán desnudos. La transparencia es más rentable que el control".
Cristian Vaccari, profesor de Comunicación Política en la Universidad de Bolonia, considera que Wikileaks ha roto además la visión de lo que es y para qué sirve el periodismo. "Wikileaks es un instrumento que recupera la función de investigación que era propia de los reporteros del siglo XX. Los poderes políticos tienen ejércitos de personas encargadas de controlar y manipular las informaciones que filtran", explica Vaccari. "Y la crisis del modelo de negocio de los periódicos hace difícil que un periodista pueda dedicarse a la investigación. Con Wikileaks entramos en otra fase: no es el periodista quien excava en el muro de la información proporcionada hasta encontrar una fuente y desvela algo que nadie sabía. En el mundo digital y tecnológico es al revés: el flujo de información es continuo, denso, inmenso".
El periodista tiene, en todo caso, un imprescindible papel de interpretación de la realidad. "El buen periodismo de hoy se sienta, se para a pensar, reflexiona, compara datos y documentos y entrega el resultado al lector", dice Vaccari. "Da un sentido al flujo infinito de noticias y lo pasa al ciudadano. Esto se ve de forma clarísima en este asunto. Assange pasó sus 250.000 cables a los periódicos para que ellos guiaran a la gente hacia la comprensión de lo que pasa. El choque no es ya entre digital (wiki) y papel (periódicos). Cada uno tiene su papel. Wikileaks necesita periodismo. Un periodismo que quizás no descubre, pero explica".
"Doscientos cincuenta millones de palabras son una masa de datos ininteligible. Nos descubre que conocer no es saber, que mirar no es ver, que lo que importa es comprender", escribe Ezio Mauro, quien considera que Internet ha creado un ciudadano "más informado y exigente", y que ese homo sapiens digitalis es un salto de calidad. "El ciudadano que aprende a conocer quiere saber más. No vuelve a casa y se pone ante la televisión. Quiere que el flujo informativo continúe; nadie renuncia conscientemente a entender cómo funciona el mundo o a vivir un pedazo de historia en directo si tiene esa posibilidad".
Curiosamente, o no, la tarea requiere los instrumentos clásicos de la prensa diaria, añade Mauro: "Selección de noticias, jerarquía de los hechos, relación entre historias diversas, recuento de antecedentes, elegir a los protagonistas, evidentes y ocultos, e iluminar los intereses puestos en juego, legítimos e ilegítimos, a la luz del interés general. Y, al fin, ejercicio de la responsabilidad".
Barbara Spinelli ha escrito que Wikileaks "hace caer sobre Hillary Clinton una luz desagradable, oscura", porque "fue ella quien indujo a los diplomáticos a travestirse de espías". Y considera que "lo que está bajo acusación no es ya la clásica hipocresía del lenguaje y la actividad diplomática, sino la actitud vergonzosa de diplomáticos degradados a sicofantes".
Pero queda un sabor agridulce en las reflexiones de los intelectuales italianos. El contenido de los cables descubre las mentiras del poder y aumenta el descrédito de las clases dirigentes, pero las sociedades avanzadas no parecen estar pidiendo explicaciones por esos engaños. Y mientras, muchos Gobiernos teóricamente democráticos apoyan, en público o en privado, que Assange sea procesado como si fuer un terrorista.
El politólogo Cristian Vaccari cree que los papeles reflejan un "cuadro impresionante, una política débil en todo el mundo". Y, en ese sentido, "es muy importante saber cuánto poder tienen las instituciones financieras y económicas, los bancos, pero también, por ejemplo, ENI [el gigante energético italiano asociado con Gazprom]". "Todos intuíamos que eso es así, pero verlo oficializado y negro sobre blanco es un paso más", concluye Vaccari.
"Gracias a la filtración estamos descubriendo -como dicen los estadounidenses- cómo se prepara la salchicha". La duda ahora es saber si esta batalla de transparencia modificará, o no, el concepto fundamental que marca la política contemporánea. La impunidad.
Miguel Mora / Lucía Magi
El País 21/12/2010
Is Wikileaks really the greatest threat that we face?
Or is it the response we are seeing in defense of the state?
A response which is building and seeks
To turn back the clock on freedom of speech
And fundamental rights earned over a century
This should ring alarm bells for all who know their history
From this evidence, are we neglecting our memory
And repeating the trajectory of the twentieth century?
And if so, upon seeing the facts
But ceasing to act, don’t we deserve the leaders we have?
What needs to befall before we open the door
and yell “I’m mad as hell and I’m not gonna take it anymore!”?
Or shall we sit waiting for messiahs or aliens,
Or a super-hero, if they’re not all one and the same mime?
History, dear viewers, is happening
Will we ever get a similar chance again?
History books will be written about events this month
The story they will tell — is up to us.

Roberto Grandi, catedrático de Sociología de los Procesos Comunicativos en la Universidad de Bolonia (la de Ciencias de la Comunicación fundada por Eco), cree que las filtraciones que Wikileaks y cinco medios internacionales llevan publicando desde el 28 de noviembre han dado la vuelta al concepto orwelliano del Gran Hermano. "Pensar que un hacker veinteañero puede controlar al Estado que se considera el más avanzado en asuntos de diplomacia es chocante", dice. "Pero, más allá de eso, Wikileaks lleva a las últimas consecuencias una tendencia que se venía intuyendo: el Gran Hermano ya no es unidireccional, sino que funciona en ambos sentidos. El poder controla a los ciudadanos (escucha nuestras llamadas, controla lo que compramos y adónde vamos), pero los ciudadanos ahora saben que también ellos pueden controlar al poder".
Si el ciudadano es una casa de cristal para el Gran Hermano, ahora el poder, las relaciones entre los Estados, los secretos de la diplomacia, las mentiras de la clase política quedan convertidas en una casa abierta dentro de la cual todo el mundo puede escudriñar.
Grandi cree que "Wikileaks es el éxito final de un proceso largo: la progresiva falta de distinción entre público y privado de la que hablaba el sociólogo Erving Goffman. A partir de los años sesenta, en Estados Unidos los personajes públicos empiezan a perder su privacidad. Con esta filtración, el límite salta por los aires. Y sabemos a ciencia cierta que, si nosotros somos controlables, lo es también esa cosa impalpable llamada poder".
Según ha escrito Ezio Mauro, el director de La Repubblica, la historia de Wikileaks se puede resumir en una fórmula: información, poder y democracia en el tiempo de Internet. "El primer problema es la vulnerabilidad de los secretos de Estado. Obviamente, las democracias -y una gran democracia como Estados Unidos- están más expuestas a estas filtraciones que los sistemas cerrados y bloqueados de los Estados autoritarios. Desde hace algunos años, la política está expuesta entera, sin reservas, no hay ya límites entre el escenario y las bambalinas, y los mecanismos de decisión tienen la misma importancia que la opción final". "Ahora", concluye Mauro, "hemos dado un paso más dentro de esa novísima era. Los medios ubicuos, veloces y contemporáneos han cambiado el concepto de secreto y la noción misma de transparencia".
El profesor Grandi cree que la publicación de los documentos secretos "ha desencajado los conceptos de privacidad y secretismo. La diplomacia se basaba en el presupuesto de que los encuentros y comunicaciones eran confidenciales. Esa categoría del secreto es muy difícil de aplicar en la era digital. Los Estados deberán pararse y reflexionar. Primero, para encontrar nuevas formas de mantener un secreto. Segundo, para entender que vale la pena tejer relaciones más transparentes con los ciudadanos, porque estos acabarán enterándose de lo que ocurre en las bambalinas. En un mundo en que las informaciones llegan en fracciones de segundo, antes o después los ciudadanos se van a enterar. Y una noticia silenciada y luego robada hace mucho más ruido que una abiertamente explicada y dada".
Solo si los Estados y las instituciones se acostumbraran a ser menos temerosos de la opinión pública y proporcionaran verdadera información a sus ciudadanos, podrían quedarse tranquilos, concluye Grandi. "Pero si siguen tapando y encubriendo acabarán desnudos. La transparencia es más rentable que el control".
Cristian Vaccari, profesor de Comunicación Política en la Universidad de Bolonia, considera que Wikileaks ha roto además la visión de lo que es y para qué sirve el periodismo. "Wikileaks es un instrumento que recupera la función de investigación que era propia de los reporteros del siglo XX. Los poderes políticos tienen ejércitos de personas encargadas de controlar y manipular las informaciones que filtran", explica Vaccari. "Y la crisis del modelo de negocio de los periódicos hace difícil que un periodista pueda dedicarse a la investigación. Con Wikileaks entramos en otra fase: no es el periodista quien excava en el muro de la información proporcionada hasta encontrar una fuente y desvela algo que nadie sabía. En el mundo digital y tecnológico es al revés: el flujo de información es continuo, denso, inmenso".
El periodista tiene, en todo caso, un imprescindible papel de interpretación de la realidad. "El buen periodismo de hoy se sienta, se para a pensar, reflexiona, compara datos y documentos y entrega el resultado al lector", dice Vaccari. "Da un sentido al flujo infinito de noticias y lo pasa al ciudadano. Esto se ve de forma clarísima en este asunto. Assange pasó sus 250.000 cables a los periódicos para que ellos guiaran a la gente hacia la comprensión de lo que pasa. El choque no es ya entre digital (wiki) y papel (periódicos). Cada uno tiene su papel. Wikileaks necesita periodismo. Un periodismo que quizás no descubre, pero explica".
"Doscientos cincuenta millones de palabras son una masa de datos ininteligible. Nos descubre que conocer no es saber, que mirar no es ver, que lo que importa es comprender", escribe Ezio Mauro, quien considera que Internet ha creado un ciudadano "más informado y exigente", y que ese homo sapiens digitalis es un salto de calidad. "El ciudadano que aprende a conocer quiere saber más. No vuelve a casa y se pone ante la televisión. Quiere que el flujo informativo continúe; nadie renuncia conscientemente a entender cómo funciona el mundo o a vivir un pedazo de historia en directo si tiene esa posibilidad".
Curiosamente, o no, la tarea requiere los instrumentos clásicos de la prensa diaria, añade Mauro: "Selección de noticias, jerarquía de los hechos, relación entre historias diversas, recuento de antecedentes, elegir a los protagonistas, evidentes y ocultos, e iluminar los intereses puestos en juego, legítimos e ilegítimos, a la luz del interés general. Y, al fin, ejercicio de la responsabilidad".
Barbara Spinelli ha escrito que Wikileaks "hace caer sobre Hillary Clinton una luz desagradable, oscura", porque "fue ella quien indujo a los diplomáticos a travestirse de espías". Y considera que "lo que está bajo acusación no es ya la clásica hipocresía del lenguaje y la actividad diplomática, sino la actitud vergonzosa de diplomáticos degradados a sicofantes".
Pero queda un sabor agridulce en las reflexiones de los intelectuales italianos. El contenido de los cables descubre las mentiras del poder y aumenta el descrédito de las clases dirigentes, pero las sociedades avanzadas no parecen estar pidiendo explicaciones por esos engaños. Y mientras, muchos Gobiernos teóricamente democráticos apoyan, en público o en privado, que Assange sea procesado como si fuer un terrorista.
El politólogo Cristian Vaccari cree que los papeles reflejan un "cuadro impresionante, una política débil en todo el mundo". Y, en ese sentido, "es muy importante saber cuánto poder tienen las instituciones financieras y económicas, los bancos, pero también, por ejemplo, ENI [el gigante energético italiano asociado con Gazprom]". "Todos intuíamos que eso es así, pero verlo oficializado y negro sobre blanco es un paso más", concluye Vaccari.
"Gracias a la filtración estamos descubriendo -como dicen los estadounidenses- cómo se prepara la salchicha". La duda ahora es saber si esta batalla de transparencia modificará, o no, el concepto fundamental que marca la política contemporánea. La impunidad.
Miguel Mora / Lucía Magi
El País 21/12/2010
Is Wikileaks really the greatest threat that we face?
Or is it the response we are seeing in defense of the state?
A response which is building and seeks
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And fundamental rights earned over a century
This should ring alarm bells for all who know their history
From this evidence, are we neglecting our memory
And repeating the trajectory of the twentieth century?
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But ceasing to act, don’t we deserve the leaders we have?
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Or shall we sit waiting for messiahs or aliens,
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domingo, 3 de octubre de 2010
Hacerse los suecos, jamás
(...) Sin embargo, no tenemos ningún motivo para hacernos los suecos –o hacer como los suecos, que tampoco tienen razones– en este momento de la historia europea. Ni para echar a ciudadanos europeos gitanos, ni para arrojar las culpas de la crisis sobre los inmigrantes, ni para acosar a los periodistas que en España denuncian la persecución a extranjeros (pobres, claro), ni para aplaudir los comportamientos xenófobos, ni para adoptar esa tibia actitud: “Es que tú no vives cerca de ellos, no tienes que sufrirlos”. Ésta es una frase que ha seguido siempre a un incendio de viviendas de los otros, justificando el racismo con la docilidad envenenada del biempensante.
El mundo existe porque nos hemos ido moviendo desde que los primeros hombres y mujeres erguidos sobre sus dos patas salieron del continente africano para mejorar su situación, hace millones de años. Desde que una ameba en una charca asomó lo que tuviera por cabeza para cumplir su destino de avanzar. Ahora que lo pienso, hay algo profundamente judeocristiano en nuestro rechazo del otro: la noción de la partida como castigo, como expulsión, grabada en nuestro subconsciente. A Adán y Eva los echó Dios del paraíso, pecar tuvo como resultado partir. Y la emigración de Caín se produce después de que le abriera la cabeza, con la quijada de un asno, al plasta de Abel, su hermano ejemplar y, seguramente, acusica. Del mismo modo, en los westerns más aplaudidos de Hollywood, los que se quedan, los colonos, los agricultores, son retratados como mejores que los vaqueros, los forajidos, que acaban mal, por mucho que nos gusten.
El único viaje bien visto es el del turismo. Con todo tan bien organizado que nos sintamos como en casa.
Maruja Torres
El País Semanal 3/10/10
El mundo existe porque nos hemos ido moviendo desde que los primeros hombres y mujeres erguidos sobre sus dos patas salieron del continente africano para mejorar su situación, hace millones de años. Desde que una ameba en una charca asomó lo que tuviera por cabeza para cumplir su destino de avanzar. Ahora que lo pienso, hay algo profundamente judeocristiano en nuestro rechazo del otro: la noción de la partida como castigo, como expulsión, grabada en nuestro subconsciente. A Adán y Eva los echó Dios del paraíso, pecar tuvo como resultado partir. Y la emigración de Caín se produce después de que le abriera la cabeza, con la quijada de un asno, al plasta de Abel, su hermano ejemplar y, seguramente, acusica. Del mismo modo, en los westerns más aplaudidos de Hollywood, los que se quedan, los colonos, los agricultores, son retratados como mejores que los vaqueros, los forajidos, que acaban mal, por mucho que nos gusten.
El único viaje bien visto es el del turismo. Con todo tan bien organizado que nos sintamos como en casa.
Maruja Torres
El País Semanal 3/10/10
jueves, 29 de abril de 2010
Guinea
(Puede que ya lo hayan visto pero nunca está de más recordarlo. Lo peor es que esto no es más que un ejemplo)
Alguien dijo una vez que "Lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada".
Para que los que no me conozcan, me llamo Fernando Gamboa, y hace unos meses terminé una nueva novela de aventuras titulada GUINEA que en este mes de Octubre saldrá a la venta publicada por Ediciones El Andén.
El motivo de esto es mi deseo de compartir con la mayor cantidad de personas posibles, y no sólo con las que adquieran la novela, todo aquello que he averiguado en los meses de investigación previos a la redacción del libro.
Lo que a continuación detallo, aunque pueda parecer exagerado o tendencioso (cuando no simplemente increíble), es rigurosamente cierto y puede ser contrastado por las fuentes que cito. A muy pocos les debe sonar un pequeño país llamado Guinea Ecuatorial, aún menos sabrían dónde situarlo en un mapa de África, y serán contados los que recuerden que, hasta hace exactamente cuarenta años, los ecuatoguineanos eran tan ciudadanos españoles como un alicantino o un gaditano. Por entonces, Guinea Ecuatorial era una provincia más de España enclavada en la costa Africana del Golfo de Guinea; 'La perla de África' la llamaban. Hoy, cuatro decenios después de su independencia, bajo el yugo dictatorial de la familia Obiang Nguema y con el beneplácito de las grandes potencias cuyas empresas explotan sus campos de petróleo y expolian sus reservas madereras, Guinea Ecuatorial se ha convertido uno de los países más subdesarrollados y corruptos del mundo, y el pueblo ecuatoguineano en uno de los más aterrorizados a manos de su propio gobierno.
El actual presidente de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang Nguema, quien lleva 29 largos años en el poder tras ejecutar al anterior presidente (su propio tío, otro asesino), ha saqueado, robado y asesinado sistemáticamente hasta extremos inconcebibles, amasando una fortuna que lo convierte en uno de los hombres más
ricos del planeta, en uno de los países más pobres de África. Aunque para ser exactos, no puede decirse que el país en sí sea pobre, pues alberga una de las mayores reservas petrolíferas del continente, cuyos beneficios de explotación reportan al régimen guineano miles de millones de euros. Lo que sucede, es que la familia Obiang se queda con ABSOLUTAMENTE TODO lo que pagan gobiernos y petroleras extranjeras (norteamericanas y chinas sobre todo) por los derechos de extracción. Pero aunque parezca mentira, la familia Obiang no se limita sólo a quedarse con esa ingente cantidad de dinero, sino que además se dedican a robar propiedades privadas (se han apoderado aproximadamente la mitad de los terrenos edificables del país, y no han pagado un céntimo por ellos), salarios (muchos trabajadores han de pagar a la familia del presidente gran parte de lo que ganan) o negocios de los guineanos no afines al gobierno o a la familia Obiang (que al fin y al cabo es lo mismo), cuya ignominia llega al punto de despojar impune y caprichosamente a sus empobrecidos compatriotas de cualquier bien que posean sin justificación alguna. Teodoro Obiang y su clan gobiernan Guinea Ecuatorial como lo haría un esclavista con su hacienda. Para ellos, los ciudadanos guineanos son esclavos a su disposición, y el país una finca privada que saquear sin tener que dar cuentas a nadie. A pesar del río de dinero que fluye desde este desdichado rincón de África, sus habitantes no disponen de servicios sanitarios, educación, seguridad o justicia. Por ejemplo, ante cualquier emergencia médica el Hospital de Malabo es la única opción de asistencia, pero eso sí, bajo ciertas condiciones como: pagar la estancia y el tratamiento por adelantado, y además, llevar todo lo necesario para dicha estancia y tratamiento (y con todo, me refiero a TODO: desde las jeringas o medicamentos necesarios, al colchón, las sábanas o la comida). Sin ir más lejos, cuando hace unos años estuve en Guinea, para realizarle a mi pareja un análisis de sangre el método de extracción consistió en hacerle un corte en la mano con un trozo de cristal. Pero, por inaceptable que resulte, esto es sólo el principio, y ni mucho menos la peor parte.
Lo que convierte a Teodoro Obiang (conocido como 'El Jefe') y sus acólitos no sólo en ladrones, si no en peligrosos criminales, es la política de detenciones arbitrarias, encarcelamientos injustificados, torturas y asesinatos cometidos contra sus propios ciudadanos. Se calcula que durante su mandato, el actual gobierno guineano ha exterminado a nada menos que el 10% de la población del país, y una cantidad indeterminada ha desaparecido o se encuentra encarcelada ilegalmente y sin juicio previo. Según el último informe de Amnistía Internacional, los detenidos por la policía y el ejército son torturados sistemáticamente con métodos tan brutales como mutilaciones, rotura de huesos, violaciones, descargas eléctricas en los genitales o, atención: clavar tenedores en la vagina de las detenidas...
Y para quien guste de datos e imparciales estadísticas, ahí van unas cuantas.
- Guinea Ecuatorial produce 400.000 barriles diarios de petróleo.
- Exporta casi 1.000.000 de metros cúbicos de madera tropical al año.
- Su Renta per Cápita la sitúa en el número 38 del ranking mundial (por encima de Kuwait o Arabia Saudita).
- En cambio, en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU ocupa el puesto 121.
- El 151 sobre 163 en corrupción, según Transparency International
- La esperanza de vida es de sólo 43,3 años, según Amnistía Internacional.
- La élite gobernante posee alrededor del 98% de la renta nacional.
- El 80% de la población vive con menos de 20 euros al mes.
- El gobierno de Obiang ha convertido a Guinea Ecuatorial en el centro del tráfico de drogas de África Occidental.
- Teodoro Obiang ganó las últimas elecciones con un 99,5% de los votos. Los 13 partidos políticos autorizados, estaban formados por miembros del gobierno.
- En una reciente visita a Estados Unidos, la secretaria de estado Condoleezza Rice describió a Obiang como 'buen amigo'.
- En Julio de 2003, la radio estatal anunció que: 'El presidente es un dios que está en contacto permanente con el todopoderoso, y puede matar a cualquiera sin que nadie le pida cuentas y sin ir al infierno, porque es el Dios mismo'.
Sobran comentarios.
Y lo que personalmente hace que esta vergüenza común me resulte aún más dolorosa, es que el pueblo guineano, uno de los más amables, hospitalarios y generosos que he conocido, haya sido, como cité al principio, parte integrante del estado español. La atropellada y negligente descolonización de Guinea Ecuatorial por parte de España en 1968, es el origen de la inadmisible situación que ahora sufren los guineanos y a la que hoy asistimos con absoluta indiferencia y desafecto. Pero hay que recordar que los ecuatoguineanos no sólo siguen hablando en castellano, si no que muchas de sus costumbres, celebraciones y tradiciones siguen siendo las mismas que las nuestras. Sus hijos cantan las mismas canciones que cantan los nuestros en el colegio, sus bromas son las mismas, hasta sus palabrotas son las mismas que las nuestras.
Son, por decirlo así, unos primos cercanos de los que nos hemos olvidado totalmente, una parte de nuestra familia de la que nos hemos desentendido, ajenos y a veces cómplices de un castigo que de ningún modo merecen.
Porque probablemente, mientras lee este mensaje, una anciana agonizando de malaria pide un médico que nunca llegará. Un niño está preguntando dónde están sus padres desaparecidos. Una mujer implora a Dios que la mate, mientras es violada y torturada salvajemente en una comisaría. Y cada día, Guinea Ecuatorial se hunde un poco más en las tinieblas.
Cada día, nuestra ignorancia nos hace más culpables. Cada día cuenta.
Alguien dijo una vez que 'Lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada'.
Quizá este sea un buen momento, para averiguar qué tipo de hombres y mujeres somos en realidad. Y si te estás diciendo en este instante 'Pero bueno, ¿y yo que puedo hacer? Aquello está muy lejos'. Lo cierto es que, por desgracia, no vas mal encaminado.
Guinea Ecuatorial es víctima de la maldición del petróleo, y como puedes imaginar, estados como China, U.S.A. o Francia harán todo lo posible para mantener a Obiang en su poltrona y así garantizar un suministro fiable de crudo para sus compañías petroleras. Así que será muy difícil cambiar las cosas a corto plazo en la maltratada pero aún hermosa Guinea.
Y sin embargo, sí hay algo que podemos hacer por aquella gente: correr la voz.
Estos dictadores de opereta, sólo se mantienen gracias al desconocimiento que tiene el resto del mundo de las fechorías que cometen. Cuantos más de nosotros sepamos lo que sucede, y por qué sucede, más probabilidades hay de que un día quizá no muy lejano, seamos suficientes para decir basta. Cuando políticos propios y ajenos sientan vergüenza de tratar con asesinos como Obiang, o descubran que darse abrazos con dictadores que no respetan los más elementales derechos humanos tiene un costo político que sus votantes les van a hacer pagar, puede que las cosas cambien, y entre todos expulsemos de una vez por todas a esos demonios del paraíso. Pero esta carta es sólo el primer paso, ahora te toca a ti dar el siguiente ayudando a que llegue a la mayor cantidad posible de personas.
Si crees que esta lucha tiene sentido y deseas poner tu grano de arena, haz correr la voz. Gracias por tu tiempo y tu ayuda.
Fernando Gamboa
Alguien dijo una vez que "Lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada".
Para que los que no me conozcan, me llamo Fernando Gamboa, y hace unos meses terminé una nueva novela de aventuras titulada GUINEA que en este mes de Octubre saldrá a la venta publicada por Ediciones El Andén.
El motivo de esto es mi deseo de compartir con la mayor cantidad de personas posibles, y no sólo con las que adquieran la novela, todo aquello que he averiguado en los meses de investigación previos a la redacción del libro.
Lo que a continuación detallo, aunque pueda parecer exagerado o tendencioso (cuando no simplemente increíble), es rigurosamente cierto y puede ser contrastado por las fuentes que cito. A muy pocos les debe sonar un pequeño país llamado Guinea Ecuatorial, aún menos sabrían dónde situarlo en un mapa de África, y serán contados los que recuerden que, hasta hace exactamente cuarenta años, los ecuatoguineanos eran tan ciudadanos españoles como un alicantino o un gaditano. Por entonces, Guinea Ecuatorial era una provincia más de España enclavada en la costa Africana del Golfo de Guinea; 'La perla de África' la llamaban. Hoy, cuatro decenios después de su independencia, bajo el yugo dictatorial de la familia Obiang Nguema y con el beneplácito de las grandes potencias cuyas empresas explotan sus campos de petróleo y expolian sus reservas madereras, Guinea Ecuatorial se ha convertido uno de los países más subdesarrollados y corruptos del mundo, y el pueblo ecuatoguineano en uno de los más aterrorizados a manos de su propio gobierno.
El actual presidente de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang Nguema, quien lleva 29 largos años en el poder tras ejecutar al anterior presidente (su propio tío, otro asesino), ha saqueado, robado y asesinado sistemáticamente hasta extremos inconcebibles, amasando una fortuna que lo convierte en uno de los hombres más
ricos del planeta, en uno de los países más pobres de África. Aunque para ser exactos, no puede decirse que el país en sí sea pobre, pues alberga una de las mayores reservas petrolíferas del continente, cuyos beneficios de explotación reportan al régimen guineano miles de millones de euros. Lo que sucede, es que la familia Obiang se queda con ABSOLUTAMENTE TODO lo que pagan gobiernos y petroleras extranjeras (norteamericanas y chinas sobre todo) por los derechos de extracción. Pero aunque parezca mentira, la familia Obiang no se limita sólo a quedarse con esa ingente cantidad de dinero, sino que además se dedican a robar propiedades privadas (se han apoderado aproximadamente la mitad de los terrenos edificables del país, y no han pagado un céntimo por ellos), salarios (muchos trabajadores han de pagar a la familia del presidente gran parte de lo que ganan) o negocios de los guineanos no afines al gobierno o a la familia Obiang (que al fin y al cabo es lo mismo), cuya ignominia llega al punto de despojar impune y caprichosamente a sus empobrecidos compatriotas de cualquier bien que posean sin justificación alguna. Teodoro Obiang y su clan gobiernan Guinea Ecuatorial como lo haría un esclavista con su hacienda. Para ellos, los ciudadanos guineanos son esclavos a su disposición, y el país una finca privada que saquear sin tener que dar cuentas a nadie. A pesar del río de dinero que fluye desde este desdichado rincón de África, sus habitantes no disponen de servicios sanitarios, educación, seguridad o justicia. Por ejemplo, ante cualquier emergencia médica el Hospital de Malabo es la única opción de asistencia, pero eso sí, bajo ciertas condiciones como: pagar la estancia y el tratamiento por adelantado, y además, llevar todo lo necesario para dicha estancia y tratamiento (y con todo, me refiero a TODO: desde las jeringas o medicamentos necesarios, al colchón, las sábanas o la comida). Sin ir más lejos, cuando hace unos años estuve en Guinea, para realizarle a mi pareja un análisis de sangre el método de extracción consistió en hacerle un corte en la mano con un trozo de cristal. Pero, por inaceptable que resulte, esto es sólo el principio, y ni mucho menos la peor parte.
Lo que convierte a Teodoro Obiang (conocido como 'El Jefe') y sus acólitos no sólo en ladrones, si no en peligrosos criminales, es la política de detenciones arbitrarias, encarcelamientos injustificados, torturas y asesinatos cometidos contra sus propios ciudadanos. Se calcula que durante su mandato, el actual gobierno guineano ha exterminado a nada menos que el 10% de la población del país, y una cantidad indeterminada ha desaparecido o se encuentra encarcelada ilegalmente y sin juicio previo. Según el último informe de Amnistía Internacional, los detenidos por la policía y el ejército son torturados sistemáticamente con métodos tan brutales como mutilaciones, rotura de huesos, violaciones, descargas eléctricas en los genitales o, atención: clavar tenedores en la vagina de las detenidas...
Y para quien guste de datos e imparciales estadísticas, ahí van unas cuantas.
- Guinea Ecuatorial produce 400.000 barriles diarios de petróleo.
- Exporta casi 1.000.000 de metros cúbicos de madera tropical al año.
- Su Renta per Cápita la sitúa en el número 38 del ranking mundial (por encima de Kuwait o Arabia Saudita).
- En cambio, en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU ocupa el puesto 121.
- El 151 sobre 163 en corrupción, según Transparency International
- La esperanza de vida es de sólo 43,3 años, según Amnistía Internacional.

- La élite gobernante posee alrededor del 98% de la renta nacional.
- El 80% de la población vive con menos de 20 euros al mes.
- El gobierno de Obiang ha convertido a Guinea Ecuatorial en el centro del tráfico de drogas de África Occidental.
- Teodoro Obiang ganó las últimas elecciones con un 99,5% de los votos. Los 13 partidos políticos autorizados, estaban formados por miembros del gobierno.
- En una reciente visita a Estados Unidos, la secretaria de estado Condoleezza Rice describió a Obiang como 'buen amigo'.
- En Julio de 2003, la radio estatal anunció que: 'El presidente es un dios que está en contacto permanente con el todopoderoso, y puede matar a cualquiera sin que nadie le pida cuentas y sin ir al infierno, porque es el Dios mismo'.
Sobran comentarios.
Y lo que personalmente hace que esta vergüenza común me resulte aún más dolorosa, es que el pueblo guineano, uno de los más amables, hospitalarios y generosos que he conocido, haya sido, como cité al principio, parte integrante del estado español. La atropellada y negligente descolonización de Guinea Ecuatorial por parte de España en 1968, es el origen de la inadmisible situación que ahora sufren los guineanos y a la que hoy asistimos con absoluta indiferencia y desafecto. Pero hay que recordar que los ecuatoguineanos no sólo siguen hablando en castellano, si no que muchas de sus costumbres, celebraciones y tradiciones siguen siendo las mismas que las nuestras. Sus hijos cantan las mismas canciones que cantan los nuestros en el colegio, sus bromas son las mismas, hasta sus palabrotas son las mismas que las nuestras.
Son, por decirlo así, unos primos cercanos de los que nos hemos olvidado totalmente, una parte de nuestra familia de la que nos hemos desentendido, ajenos y a veces cómplices de un castigo que de ningún modo merecen.
Porque probablemente, mientras lee este mensaje, una anciana agonizando de malaria pide un médico que nunca llegará. Un niño está preguntando dónde están sus padres desaparecidos. Una mujer implora a Dios que la mate, mientras es violada y torturada salvajemente en una comisaría. Y cada día, Guinea Ecuatorial se hunde un poco más en las tinieblas.
Cada día, nuestra ignorancia nos hace más culpables. Cada día cuenta.
Alguien dijo una vez que 'Lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada'.
Quizá este sea un buen momento, para averiguar qué tipo de hombres y mujeres somos en realidad. Y si te estás diciendo en este instante 'Pero bueno, ¿y yo que puedo hacer? Aquello está muy lejos'. Lo cierto es que, por desgracia, no vas mal encaminado.
Guinea Ecuatorial es víctima de la maldición del petróleo, y como puedes imaginar, estados como China, U.S.A. o Francia harán todo lo posible para mantener a Obiang en su poltrona y así garantizar un suministro fiable de crudo para sus compañías petroleras. Así que será muy difícil cambiar las cosas a corto plazo en la maltratada pero aún hermosa Guinea.
Y sin embargo, sí hay algo que podemos hacer por aquella gente: correr la voz.
Estos dictadores de opereta, sólo se mantienen gracias al desconocimiento que tiene el resto del mundo de las fechorías que cometen. Cuantos más de nosotros sepamos lo que sucede, y por qué sucede, más probabilidades hay de que un día quizá no muy lejano, seamos suficientes para decir basta. Cuando políticos propios y ajenos sientan vergüenza de tratar con asesinos como Obiang, o descubran que darse abrazos con dictadores que no respetan los más elementales derechos humanos tiene un costo político que sus votantes les van a hacer pagar, puede que las cosas cambien, y entre todos expulsemos de una vez por todas a esos demonios del paraíso. Pero esta carta es sólo el primer paso, ahora te toca a ti dar el siguiente ayudando a que llegue a la mayor cantidad posible de personas.
Si crees que esta lucha tiene sentido y deseas poner tu grano de arena, haz correr la voz. Gracias por tu tiempo y tu ayuda.
Fernando Gamboa
jueves, 8 de abril de 2010
Ni leyes, ni justicia
En Portugal, en la aldea medieval de Monsaraz, hay un fresco alegórico de finales del siglo XV que representa al Buen Juez y al Mal Juez, el primero con una expresión grave y digna en el rostro y sosteniendo en la mano la recta vara de la justicia, el segundo con dos caras y la vara de la justicia quebrada. Por no se sabe qué razones, estas pinturas estuvieron escondidas tras un tabique de ladrillos durante siglos y solo en 1958 pudieron ver la luz del día y ser apreciadas por los amantes del arte y de la justicia. De la justicia, digo bien, porque la lección cívica que esas antiguas figuras nos transmiten es clara e ilustrativa. Hay jueces buenos y justos a quienes se agradece que existan, hay otros que, proclamándose a sí mismos justos, de buenos tienen poco, y, finalmente, además de injustos, no son, dicho con otras palabras, a la luz de los más simples criterios éticos, buena gente. Nunca hubo una edad de oro para la justicia.
Hoy, ni oro, ni plata, vivemos en tiempos de plomo. Que lo diga el juez Baltasar Garzón que, víctima del despecho de algunos de sus pares demasiado complacientes con el fascismo que perdura tras el nombre de la Falange Española y de sus acólitos, vive bajo la amenaza de una inhabilitación de entre doce y dieciséis años que liquidaría definitivamente su carrera de magistrado. El mismo Baltasar Garzón que, no siendo deportista de elite, no siendo ciclista ni jugador de fútbol o tenista, hizo universalmente conocido y respetado el nombre de España. El mismo Baltasar Garzón que hizo nacer en la conciencia de los españoles la necesidad de una Ley de la Memoria Histórica y que, a su abrigo, pretendió investigar no sólo los crímenes del franquismo sino los de las otras partes del conflicto. El mismo corajoso y honesto Baltasar Garzón que se atrevió a procesar a Augusto Pinochet, dándole a la justicia de países como Argentina y Chile un ejemplo de dignidad que luego sería continuado. Se invoca en España la Ley de Amnistía para justificar la persecución a Baltasar Garzón, pero, según mi opinión de ciudadano común, la Ley de Amnistía fue una manera hipócrita de intentar pasar página, equiparando a las víctimas con sus verdugos, en nombre de un igualmente hipócrita perdón general. Pero la página, al contrario de lo que piensan los enemigos de Baltasar Garzón, no se dejará pasar. Faltando Baltasar Garzón, suponiendo que se llegue a ese punto, será la conciencia de la parte más sana de la sociedad española la que exigirá la revocación de la Ley de Amnistía y que prosigan las investigaciones que permitirán poner la verdad en el lugar donde estaba faltando. No con leyes que son viciosamente despreciadas y mal interpretadas, no con una justicia que es ofendida todos los días. El destino del juez Baltasar Garzón está en las manos del pueblo español, no de los malos jueces que un anónimo pintor portugués retrató en el siglo XV.
José Saramago
http://cuaderno.josesaramago.org/
[...] La verdad es que visto de esa manera, da miedo, porque si pegas la oreja a los muros de la Asamblea o a los de la Audiencia, oyes las carcajadas de los que tararean que el fin justifica los medios y se ríen de la Historia, de la política y de cualquier cosa que se les ponga debajo del mazo de magistrado o del bolígrafo de presidente, diputado o alcalde; y si miras por encima de los delitos cometidos en Madrid, Boadilla, Arganda, Majadahonda y Pozuelo, ves un descampado sobre el que llueve agua envenenada y en el que la casa de la democracia tiene demasiadas puertas traseras cuyas llaves, por añadidura, están en las peores manos posibles. ¿Así funciona todo en nuestro país? ¿Todos los discursos son montones de papeles detrás de los cuales se esconde la verdadera batalla política, ésa que no consiste en meter votos sino en sacar billetes? ¿Todos los debates no son más que cortinas de humo?
La duda no siempre ofende, pero siempre hace daño, y este tipo de cosas ponen manchas en el traje que, tal vez, no haya tintorería capaz de borrar. Sobre todo si al encargado de limpiarlas se le echa de la tienda. Madrid y dinero sucio son tres palabras que están demasiado mezcladas desde hace demasiado tiempo. Ahora se trata de saber qué significa Gürtel en español, porque, según lo que ocurra, significará "justicia" o "significará" impunidad.
Benjamín Prado
8/04/2010, El País
Hoy, ni oro, ni plata, vivemos en tiempos de plomo. Que lo diga el juez Baltasar Garzón que, víctima del despecho de algunos de sus pares demasiado complacientes con el fascismo que perdura tras el nombre de la Falange Española y de sus acólitos, vive bajo la amenaza de una inhabilitación de entre doce y dieciséis años que liquidaría definitivamente su carrera de magistrado. El mismo Baltasar Garzón que, no siendo deportista de elite, no siendo ciclista ni jugador de fútbol o tenista, hizo universalmente conocido y respetado el nombre de España. El mismo Baltasar Garzón que hizo nacer en la conciencia de los españoles la necesidad de una Ley de la Memoria Histórica y que, a su abrigo, pretendió investigar no sólo los crímenes del franquismo sino los de las otras partes del conflicto. El mismo corajoso y honesto Baltasar Garzón que se atrevió a procesar a Augusto Pinochet, dándole a la justicia de países como Argentina y Chile un ejemplo de dignidad que luego sería continuado. Se invoca en España la Ley de Amnistía para justificar la persecución a Baltasar Garzón, pero, según mi opinión de ciudadano común, la Ley de Amnistía fue una manera hipócrita de intentar pasar página, equiparando a las víctimas con sus verdugos, en nombre de un igualmente hipócrita perdón general. Pero la página, al contrario de lo que piensan los enemigos de Baltasar Garzón, no se dejará pasar. Faltando Baltasar Garzón, suponiendo que se llegue a ese punto, será la conciencia de la parte más sana de la sociedad española la que exigirá la revocación de la Ley de Amnistía y que prosigan las investigaciones que permitirán poner la verdad en el lugar donde estaba faltando. No con leyes que son viciosamente despreciadas y mal interpretadas, no con una justicia que es ofendida todos los días. El destino del juez Baltasar Garzón está en las manos del pueblo español, no de los malos jueces que un anónimo pintor portugués retrató en el siglo XV.
José Saramago
http://cuaderno.josesaramago.org/
[...] La verdad es que visto de esa manera, da miedo, porque si pegas la oreja a los muros de la Asamblea o a los de la Audiencia, oyes las carcajadas de los que tararean que el fin justifica los medios y se ríen de la Historia, de la política y de cualquier cosa que se les ponga debajo del mazo de magistrado o del bolígrafo de presidente, diputado o alcalde; y si miras por encima de los delitos cometidos en Madrid, Boadilla, Arganda, Majadahonda y Pozuelo, ves un descampado sobre el que llueve agua envenenada y en el que la casa de la democracia tiene demasiadas puertas traseras cuyas llaves, por añadidura, están en las peores manos posibles. ¿Así funciona todo en nuestro país? ¿Todos los discursos son montones de papeles detrás de los cuales se esconde la verdadera batalla política, ésa que no consiste en meter votos sino en sacar billetes? ¿Todos los debates no son más que cortinas de humo?
La duda no siempre ofende, pero siempre hace daño, y este tipo de cosas ponen manchas en el traje que, tal vez, no haya tintorería capaz de borrar. Sobre todo si al encargado de limpiarlas se le echa de la tienda. Madrid y dinero sucio son tres palabras que están demasiado mezcladas desde hace demasiado tiempo. Ahora se trata de saber qué significa Gürtel en español, porque, según lo que ocurra, significará "justicia" o "significará" impunidad.
Benjamín Prado
8/04/2010, El País
domingo, 14 de marzo de 2010
A Hernández y Delibes

Escribía cartas y aguardaba respuestas con expectación angustiada: cartas a su novia, Josefina Manresa; cartas a los amigos, a los que pedía favores apremiantes, dinero prestado, influencias; cartas a los poetas célebres, a los que asediaba con una mezcla de orgullo insensato y tosco servilismo; cartas desde la cárcel, en los últimos años de su vida, solicitando avales políticos, gestos de clemencia, noticias sobre el hijo demasiado pequeño y demasiado frágil que tal vez acabaría teniendo el mismo destino del hijo anterior, muerto a los 10 meses, amortajado con los ojos abiertos, con el mismo gesto atónito que se le quedó a él mismo cuando velaban su cadáver: unos ojos muy grandes, desorbitados por la enfermedad de la tiroides, sobre cuyo color exacto no hay acuerdo entre los testimonios de quienes lo conocieron. Qué podemos saber de verdad sobre la vida de alguien que murió no hace tanto, en 1942, si los testigos ni siquiera concuerdan en el color de sus ojos: Miguel Hernández los tenía verdes y muy claros, o muy azules, resaltando más en su cara morena; o los tenía pardos, según dice uno de sus biógrafos, Eutimio Martín, aportando la prueba de su ficha militar y la de su filiación de prisionero.
Lo que atestiguan sin duda las fotografías es el tamaño y la expresión de los ojos, la atención fija en todo, la mirada de una desarmada franqueza que es todavía más visible en el dibujo que le hizo Antonio Buero Vallejo en la cárcel. Fue ese dibujo el que convirtió a Miguel Hernández no en un hombre real, sino en un icono reverenciado de algo, de muchas cosas, demasiadas, cuando lo veíamos reproducido en los pósters del antifranquismo, en nuestras galerías de retratos de la resistencia, junto a Lorca, junto a Antonio Machado, tal vez también junto a Salvador Allende, Che Guevara, Dolores Ibárruri. En ciertos bares, en ciertos pisos de estudiantes, la cara y la mirada de Miguel Hernández formaban parte de un paisaje visual que también incluía las reproducciones del Guernica. Era difícil pensar entonces que aquel retrato hubiera sido el de un hombre real, no un santo laico ni un mártir ni un símbolo, un hombre, además, que si hubiera vivido no sería entonces muy viejo, porque había nacido ya bien entrado el siglo, en 1910.
Estremece siempre hacer las cuentas de su edad: con 22 años hizo su primer viaje a Madrid y publicó su primer libro de poemas; no había cumplido 26 cuando logró por primera vez la maestría indudable de El rayo que no cesa; tres años después, la guerra ya perdida, entró por segunda vez en la cárcel y no volvió a salir de ella. Pero la rapidez de todo se vuelve más asombrosa cuando contrastamos la altura de sus logros mejores con su punto de partida. Hacia 1937, Miguel Hernández empezó a escribir poemas con una voz y un despojo que no se parecen a nada en la literatura española, y muy poco antes había alcanzado ya un dominio de lenguaje y de las formas poéticas en el que estaba comprimida por igual la disciplina de la tradición clásica y la libertad del surrealismo: pero sólo unos años atrás, a finales de los veinte, su horizonte poético era todavía el de la retórica averiada de los juegos florales, cuando no el todavía más horrendo de la poesía entre sentimental y rústica en dialecto comarcal, muy imitada, de Gabriel y Galán. El mismo hombre que publica en 1937 la Canción del esposo soldado había presentado en 1931 un Canto a Valencia a un concurso oficial en dicha provincia, en el que, bajo el lema Luz�Pájaros�Sol, se sucede una catarata de versos que incluye el siguiente pareado: Con emoción agarro?/ el musical guitarro.
Tenía desde que encontró su vocación, en la primera adolescencia, la desvergonzada capacidad de mimetismo de los grandes autodidactas, el amor agraviado por el saber de quien fue apartado demasiado pronto de la escuela. Una leyenda que él mismo se ocupó de alimentar ha exagerado la pobreza de sus orígenes, y contribuido fatalmente al malentendido paternalista y populista que hace de él un talento rústico, una especie de diamante en bruto. Es verdad que Miguel Hernández dejó la escuela a los 14 años y se puso a cuidar cabras, pero las cabras pertenecían a los rebaños de su padre, que era un hombre de cierta posición. Más que la pobreza, lo que debió de herirlo cuando tuvo que abandonar la escuela fue la vejación de verse a sí mismo pastoreando cabras mientras otros con menos inteligencia natural que él continuaban en las aulas; también la sinrazón de una brutal autoridad paterna que no por ser propia de la época era menos hiriente para su espíritu innato de rebeldía y de justicia. El padre despótico veía la luz encendida a altas horas de la noche en el cuarto del niño lector y lo castigaba a correazos y a patadas (20 años después su hijo estaba muriéndose de neumonía y tuberculosis en la prisión de Alicante y no se molestó en visitarlo).
Pero se marchaba el padre y Miguel Hernández volvía a encender la luz y recobraba el libro escondido, muy usado, alguno de los que encontraba en la biblioteca pública o en la de un sacerdote de Orihuela, el padre Almarcha, que empezó siendo su protector y fue luego uno de sus muchos verdugos. Leía de noche a la poca luz de una bombilla o de un candil, y cuando salía con las cabras llevaba el libro escondido en el zurrón y seguía leyendo, devorando toda la poesía española que encontraba, la buena y la mala, lector omnívoro a la manera de los autodidactas que no tienen más guía que su propio entusiasmo, originado quién sabe dónde. Nada de lo que a otros les estuvo siempre asegurado fue fácil para él: nada de lo más elemental, el papel, la pluma, la tinta, la mesa. Escribía versos en papel de estraza con un cabo de lápiz. Quería escribir y no tenía dónde apoyarse. Una piedra, el lomo de una cabra. Hay que leer sus poemas juveniles para darse cuenta de la penuria estética de la que partió, de la clase de talento y de furiosa voluntad que le fueron necesarios para sobreponerse a limitaciones invencibles. Entre la retórica mal digerida de la poesía barroca y de los atroces versificadores tardorrománticos y tardomodernistas, en esos poemas aparece un fogonazo de realidad observada de cerca, de naturaleza y vida animal y exasperación humana de soledad y deseo: Miguel Hernández, pastoreando cabras, copia laboriosamente los lugares comunes más decrépitos de la poesía pastoril, pero le sale de pronto una desvergüenza sexual campesina, una claridad expresiva que con el paso del tiempo será uno de los rasgos más originales de su voz poética, el arte supremo de hacer literatura llamando a las cosas por su nombre.
Tampoco tuvo vergüenza para medrar cuando le fue necesario: para cultivar un personaje que al despertar simpatías le beneficiaba en sus propósitos, pero también lo hacía vulnerable a la condescendencia, bienintencionada o malévola. Empezó jugando a ser el "pastor poeta" del primitivismo pintoresco, y en la sociedad literaria de Madrid en vísperas de la guerra siguió siendo, entre hijos de buena familia con inclinaciones izquierdistas, damas de sociedad y diplomáticos, el campesino moreno y exótico, el inocente y bondadoso que llevaba alpargatas y pantalón de pana que podía ser entrañable, pero no siempre era invitado a las reuniones de buen tono. Miguel Hernández, que persiguió con calculada adulación y sincero fervor a tantos de sus contemporáneos -la adulación y el fervor, en su caso, eran compatibles-, quizá no tuvo entre los literatos de Madrid ningún amigo de verdad salvo Vicente Aleixandre. En la intemperie de su vida había una soledad que no aliviaba nadie: Ya vosotros sabéis / lo solo que yo voy, por qué voy yo tan solo. / Andando voy, tan solos yo y mi sombra. Provocaba incomodidad, cuando no abierto rechazo. Rafael Alberti en verso y María Teresa León en prosa le atribuyen sin demasiados eufemismos un olor poco adecuado para las cercanía sociales. García Lorca no se presentaba en una casa si sabía que Miguel Hernández estaba en ella. Llamó por teléfono a Aleixandre con la intención de ir a visitarlo, y al enterarse de la presencia de Hernández no se contuvo: "Échalo".
De todo aquel grupo, sólo él conoció de primera mano el trabajo manual, sólo él pasó hambre al llegar a un Madrid en el que se le cerraban todas las puertas y en el que daba vueltas por las calles con el estómago vacío y con una carpeta de versos mecanografiados bajo el brazo, esperando a ser recibido por alguien importante, esperando a que apareciera en un periódico una entrevista prometida, a que le llegara un giro con algo de dinero que le permitiese prolongar un poco más la espera. Llegó la guerra y también fue él quien la conoció de cerca y de verdad, por decisión propia. Para entonces había empezado a disfrutar algo de lo tanto tiempo esperado, la visibilidad que le trajo la publicación de El rayo que no cesa, celebrado públicamente nada menos que por Juan Ramón Jiménez en el diario El Sol, lo cual equivalía a una consagración. En la guerra, Miguel Hernández entra en posesión de todas sus mejores facultades como poeta y como militante político, pero también en eso lo acompañan el malentendido y la leyenda, la dificultad de encajar en los estereotipos de nadie. Su evolución política no es menos chocante que la rapidez de su maduración literaria: en 1935 aún escribía poemas y conatos de autos sacramentales influidos por el catolicismo entre místico y fascista de su amigo Ramón Sijé; en septiembre de 1936 es miembro del Partido Comunista y cava trincheras recién alistado en el Quinto Regimiento. Pero tampoco cuadra, ni física ni metafóricamente, en la fotografía canónica de los poetas comprometidos con la causa republicana: vive con los soldados en los frentes, no en los despachos de la Alianza de Intelectuales. Y cuando en 1939 todo se derrumba, él se queda vagando en la intemperie de Madrid mientras casi todos los demás encuentran el camino del exilio. No hubo plaza en ningún avión ni pasaporte de última hora para quien había puesto su vida entera, su nombre y su literatura al servicio de la República; para quien no podría esperar clemencia de los vencedores ni tampoco esconderse en el anonimato.
Demasiado inocente o demasiado aturdido por la derrota, elige la peor huida posible y va a meterse él solo en la boca del lobo. Como Lorca buscando refugio en Granada, Miguel Hernández regresa con cabezonería suicida a su pueblo y a la cercanía de su mujer y su hijo, y en septiembre de 1939, ni siquiera con 29 años cumplidos, cae en la red de las cárceles y los procesos sumarísimos para no salir ya nunca. Nadie mejor que los paisanos y los convecinos de uno para abatirlo a traición con la quijada de Caín. El trato que recibe de los vencedores -civiles, militares, eclesiásticos- revela la catadura de un régimen construido expresamente sobre la venganza de clase. Miguel Hernández es el retrato robot del vencido, el enemigo perfecto.
Pero su martirio real no nos exime de la necesidad de mirar su figura completa como escritor y como hombre, que es mucho más rica que todos los estereotipos levantados sobre ella. Vivió en su tiempo, no en el nuestro. Hizo poemas a la Virgen María y también los hizo a Stalin. Cuando la cultura predominante en España era la antifranquista, Miguel Hernández fue elevado a un altar en el que convenía que destacara la parte más combativa de su obra, el estatuto de poeta voluntariamente popular que él asumió con todas las de la ley en los años de la guerra y que culmina en Vientos del pueblo; también, aunque en menor medida, en El hombre acecha, donde tan visible como la militancia política es el desaliento por la carnicería y la destrucción que ya duran demasiado, el puro espanto ante lo peor de la condición humana: Se ha retirado el campo / al ver abalanzarse / crispadamente al hombre.
Pero en la ansiosa modernidad de los años ochenta, de pronto, ya no había sitio para Miguel Hernández: los mismos rasgos que habían contribuido a su consagración ahora lo volvían anacrónico. En un país donde no hay actitud intelectual más celebrada que el desdén, nada era más fácil de repente que desdeñar a Miguel Hernández: había que ser cosmopolitas, y él resultaba demasiado autóctono; neuróticamente urbanos, y Hernández parecía demasiado rural; adictos a las modas capilares e indumentarias, y él permanecía congelado en su cabeza rapada y sus ropas de pana. En una época, los años ochenta, en la que estaba de moda despreciar con un mohín a Antonio Machado, Miguel Hernández tenía algo de antigualla embarazosa. No era un poeta: era una letra de canción anticuada.
Quizá ahora estamos en condiciones de mirarlo como fue y de leer de verdad su poesía, más allá de los pocos poemas que algunos recordamos todavía, los que se hicieron célebres en la resistencia y en la primera transición. El trabajo acumulado de los biógrafos -Agustín Sánchez Vidal, José Luis Ferris, Eutimio Martín- nos permite un conocimiento sólido de una vida demasiado breve y mucho más rica en pormenores y resonancias que cualquier estereotipo: la vida no de un inocente, ni de un buen salvaje exótico, ni la de un santo, sino la de un hombre que sobreponiéndose a circunstancias terribles logró hacer de sí mismo aquello que soñó desde que era un chaval pastoreando cabras: un poeta y un hombre en la plenitud de su albedrío.
En una literatura tan pudibunda y tan temerosa de lo sentimental como la española, él escribió sin reparo sobre el deseo sexual, sobre su ternura masculina de esposo y de padre. Su mejor poesía política conserva una fuerza de belleza y rebeldía que la hace muy superior a la de Neruda. Neruda no habría escrito jamás, por ejemplo, El tren de los heridos. Le faltaba empatía verdadera hacia los seres humanos, y no había compartido sus padecimientos. Neruda se declaró siempre maestro de Hernández, y sin duda lo fue en algún momento, pero yo tengo la sospecha de que el Canto General le debe a Vientos del pueblo mucho más de lo que el propio Neruda habría estado dispuesto a reconocer. En Miguel Hernández lo más íntimo y lo más político, la emoción privada y la arenga pública, se conjugan más estrechamente que en ningún otro poeta. Y en el Cancionero y romancero de ausencias, la hondura y el despojo provocan un estremecimiento que es el de las cimas más solitarias de la literatura, el del Libro de Job y las Coplas de Jorge Manrique y François Villon y Fray Luis de León y la Balada de la cárcel de Reading y Antonio Machado. Toda retórica ha sido abolida, todo rastro de amaneramiento. Los versos tienen a veces una impersonalidad desnuda de poesía popular, de letra flamenca o de romance antiguo; en ellos se nota la doble sombra triste de Machado y de Lorca, los otros dos poetas aniquilados por la guerra: Písame,/ que ya no me quejo./ Ódiame,/ que ya no lo siento./ No me olvides/ que aún te recuerdo/ debajo del plomo/que embarga mis huesos.
Demasiado viene durando ya la espera. Ahora que va a hacer un siglo que nació ha llegado el tiempo de leer a Miguel Hernández.
Antonio Muñoz Molina
El País Semanal 7/03/10
Cuando alguien imprescindible se va de tu lado, cuando puedes palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales.
(Señora de rojo sobre fondo gris)
El estado de felicidad no existe en el hombre. Existen atisbos, instantes, aproximaciones, pero la felicidad termina en el momento en que empieza a manifestarse. Nunca llega a ser una situación continuada. Cuando no tienes nada, necesitas; cuando tienes algo, temes. Siempre es así. Total, que nunca se consigue.
(Entrevista a Miguel Delibes, 2007)

jueves, 4 de marzo de 2010
200 años de Chopin
Débil y melancólico, enfermizo, un tanto solitario y frustrado, Federico Chopin no debió ser consciente en su corta vida -39 años- de su paso decisivo y revolucionario por la música. Ahora, cuando el primero de marzo se cumplan 200 años de su nacimiento en Zelazowa Wola (Polonia), su estela crece. No dedicó apenas inspiración para otra cosa que no fuera el piano. Pero su búsqueda de nuevas formas, su arrebato romántico y visionario para ensanchar todos los lenguajes del instrumento más completo que existe fue increíblemente fructífera. Hoy es el rey del piano y su mayor profeta. La vigencia de Chopin en este segundo centenario es unánime y absoluta.
No llamaba la atención por su encanto o el sex appeal que tenían otros coetáneos como Franz Liszt, provocador del delirio en escena y precursor del auténtico fenómeno fan contemporáneo. Era peor intérprete que él, pero fue mejor compositor, más ambicioso. El físico le influía en ciertos complejos y refrenaba su timidez. Un permanente aspecto pálido y sus apenas 50 kilos no le proporcionaban el atractivo de su más famoso oponente, con quien se enfrentaba a veces en duelos extenuantes.
Pero aun así, logró conquistar los favores de la escritora George Sand en París. Esta mujer de rompe y rasga con quien acabó una temporada en Mallorca fumaba puros y animaba los salones franceses en los que Chopin estrenaba sus piezas. Sand le encontraba, según cuenta el pianista Alfred Cortot en el maravilloso libro Aspectos de Chopin (Alianza), "bello de rostro como una mujer triste".
Triste y un tanto desesperado, pero también tozudo y genial, Chopin dedicó su vida a indagar en la grandeza de un instrumento para el que casi todo estaba por escribir. Pero su paso por este mundo marcó definitivamente el desarrollo posterior del arte del piano. Él bebió de las referencias anteriores que abrieron caminos fundamentales: de Scartlatti y Bach -aunque éste no escribió para piano y llegó a despreciarlo como nuevo instrumento en vida- en el barroco; a Mozart, Beethoven y Schubert después, el teclado llega a Chopin como un artefacto estimulante en el que se abren mil maneras de indagar. "Después de su huella ya no puedes esquivarlo", comenta Javier Perianes, pianista que se encuentra estos días preparando el Concierto número uno junto a su maestro Daniel Barenboim. "Algunos critican la orquestación de sus conciertos, pueden verse como una alfombra de terciopelo. Bien, pero está hecha para que caminemos sobre ella con elegancia o para que nos estrompemos. Es la desnudez, completamente transparente".
Perianes es uno de los intérpretes que se dedicará este año a fondo a Chopin. También los mayores lo están haciendo. Barenboim, aparentemente alejado del mundo chopiniano, le va a dedicar varios recitales. Lo mismo que Krystian Zimerman, que ha ideado este año programas exclusivos dedicados a su compatriota de los que ya ha dado una muestra espectacular en una gira por ocho ciudades españolas.
Y es que, según Rosa Torres-Pardo, "Chopin se impone". En todas las edades de un pianista, en los jóvenes y los maduros. "En los jóvenes porque se presta a la pasión, la emoción y el descontrol y en los maduros porque, justo para evitar lo otro, se busca el equilibrio como un reto".
Quien dictó cátedra para los pianistas en cómo debía interpretarse a Chopin fue Arturo Rubinstein, comenta Torres-Pardo. "Es la referencia todavía hoy". Porque exprimió al máximo -como también lo hiciera Alfred Cortot o más recientemente Maria Joao Pires, Zimerman o Maurizio Pollini, cuyas interpretaciones se aprecian en la obra completa que edita este año Deutsche Grammophon- la riqueza que Chopin quiso dar al instrumento. "Él inició una nueva forma de tocar y abordar el piano, con piezas que se prestaban al virtuosismo, a la libertad creativa en las dinámicas, los pianismos, la técnica, las sonoridades, los colores...", comenta la intérprete española.
Todo puede explorarse en sus Sonatas, sus Estudios, sus Mazurcas, las Barcarolas, las Baladas, los Valses, los Nocturnos, los Preludios... Estos últimos, escritos con un afán visionario que iba 50 años por delante de lo que después seguirían haciendo Debussy, Rachmaninov y los representantes vanguardistas de la Escuela de Viena.
El influjo en los jóvenes es constante. El pianista chino Lang Lang lo reconoce a sus 28 años. "Cuando era adolescente quise incorporar todo su repertorio. No llegué a hacerlo, pero aprendí mucho con él", comenta desde Viena el intérprete que este año ha participado en la película Chopin project. "Ese romanticismo, la melodía, el estado de ánimo, te ayuda a crecer". Para Lang Lang, la gran huella de Chopin se notó en la espectacularidad. "Tocar el piano pasó a ser como ir a la ópera. El público multiplicaba sus emociones con sus piezas. Pasaba de la melancolía a la rabia, aunque sin llegar a ser violento en algunos Estudios o en varios Preludios. Fue un auténtico revolucionario del piano".
Un rompedor de esquemas que aprovechaba, precisamente por saberse imperfecto, las habilidades de su cuerpo. No estuvo dotado de buena salud para la vida. Le persiguió constantemente la tuberculosis. La contrajo de niño y le mató sin haber cumplido 40. Pero supo que poseía un tesoro en las manos. Si no las hubiera tenido así, no se habría atrevido a ciertas cosas, como cuenta Cortot. "Esos dedos claramente separados de su base y dotados de una manifiesta independencia individual", comenta el pianista, "mostraron una agilidad milagrosa y un virtuosismo cautivador, muy profuso".
Eran dedos de terciopelo, decía George Sand. Sin ser consciente de que en su piropo encerraba una verdad física que le facultó para encontrar nuevos caminos. "Le proporcionaban una agilidad infinita de las articulaciones, susceptible de todas las delicadezas, y la firmeza de una osamenta en esa parte de su cuerpo que curiosamente era como la de un soldado", dice Cortot.
La sabiduría de quien debe sobrevivir y hacer del defecto virtud adornó a Chopin. Su voluntad de superación, su sensibilidad y unas manos capaces de llegar con la fantasía de su mente a las nuevas formas musicales que ideaba en la cabeza y debía desarrollar sobre el teclado le convirtieron en un Mesías del piano. Dice Lang Lang: "Con él, el teclado se convirtió en algo menos asociado a la percusión y más cercano a la cuerda y al viento de una orquesta". Él lo convirtió en el instrumento total.
Jesús Ruiz Mantilla, El País 01/03/2010
(Perdonen si me repito con los Nocturnos y sólo pongo mis favoritos, pero este lo estoy tocando y no hay nada que se pegue más).
No llamaba la atención por su encanto o el sex appeal que tenían otros coetáneos como Franz Liszt, provocador del delirio en escena y precursor del auténtico fenómeno fan contemporáneo. Era peor intérprete que él, pero fue mejor compositor, más ambicioso. El físico le influía en ciertos complejos y refrenaba su timidez. Un permanente aspecto pálido y sus apenas 50 kilos no le proporcionaban el atractivo de su más famoso oponente, con quien se enfrentaba a veces en duelos extenuantes.
Pero aun así, logró conquistar los favores de la escritora George Sand en París. Esta mujer de rompe y rasga con quien acabó una temporada en Mallorca fumaba puros y animaba los salones franceses en los que Chopin estrenaba sus piezas. Sand le encontraba, según cuenta el pianista Alfred Cortot en el maravilloso libro Aspectos de Chopin (Alianza), "bello de rostro como una mujer triste".
Triste y un tanto desesperado, pero también tozudo y genial, Chopin dedicó su vida a indagar en la grandeza de un instrumento para el que casi todo estaba por escribir. Pero su paso por este mundo marcó definitivamente el desarrollo posterior del arte del piano. Él bebió de las referencias anteriores que abrieron caminos fundamentales: de Scartlatti y Bach -aunque éste no escribió para piano y llegó a despreciarlo como nuevo instrumento en vida- en el barroco; a Mozart, Beethoven y Schubert después, el teclado llega a Chopin como un artefacto estimulante en el que se abren mil maneras de indagar. "Después de su huella ya no puedes esquivarlo", comenta Javier Perianes, pianista que se encuentra estos días preparando el Concierto número uno junto a su maestro Daniel Barenboim. "Algunos critican la orquestación de sus conciertos, pueden verse como una alfombra de terciopelo. Bien, pero está hecha para que caminemos sobre ella con elegancia o para que nos estrompemos. Es la desnudez, completamente transparente".
Perianes es uno de los intérpretes que se dedicará este año a fondo a Chopin. También los mayores lo están haciendo. Barenboim, aparentemente alejado del mundo chopiniano, le va a dedicar varios recitales. Lo mismo que Krystian Zimerman, que ha ideado este año programas exclusivos dedicados a su compatriota de los que ya ha dado una muestra espectacular en una gira por ocho ciudades españolas.
Y es que, según Rosa Torres-Pardo, "Chopin se impone". En todas las edades de un pianista, en los jóvenes y los maduros. "En los jóvenes porque se presta a la pasión, la emoción y el descontrol y en los maduros porque, justo para evitar lo otro, se busca el equilibrio como un reto".
Quien dictó cátedra para los pianistas en cómo debía interpretarse a Chopin fue Arturo Rubinstein, comenta Torres-Pardo. "Es la referencia todavía hoy". Porque exprimió al máximo -como también lo hiciera Alfred Cortot o más recientemente Maria Joao Pires, Zimerman o Maurizio Pollini, cuyas interpretaciones se aprecian en la obra completa que edita este año Deutsche Grammophon- la riqueza que Chopin quiso dar al instrumento. "Él inició una nueva forma de tocar y abordar el piano, con piezas que se prestaban al virtuosismo, a la libertad creativa en las dinámicas, los pianismos, la técnica, las sonoridades, los colores...", comenta la intérprete española.
Todo puede explorarse en sus Sonatas, sus Estudios, sus Mazurcas, las Barcarolas, las Baladas, los Valses, los Nocturnos, los Preludios... Estos últimos, escritos con un afán visionario que iba 50 años por delante de lo que después seguirían haciendo Debussy, Rachmaninov y los representantes vanguardistas de la Escuela de Viena.
El influjo en los jóvenes es constante. El pianista chino Lang Lang lo reconoce a sus 28 años. "Cuando era adolescente quise incorporar todo su repertorio. No llegué a hacerlo, pero aprendí mucho con él", comenta desde Viena el intérprete que este año ha participado en la película Chopin project. "Ese romanticismo, la melodía, el estado de ánimo, te ayuda a crecer". Para Lang Lang, la gran huella de Chopin se notó en la espectacularidad. "Tocar el piano pasó a ser como ir a la ópera. El público multiplicaba sus emociones con sus piezas. Pasaba de la melancolía a la rabia, aunque sin llegar a ser violento en algunos Estudios o en varios Preludios. Fue un auténtico revolucionario del piano".
Un rompedor de esquemas que aprovechaba, precisamente por saberse imperfecto, las habilidades de su cuerpo. No estuvo dotado de buena salud para la vida. Le persiguió constantemente la tuberculosis. La contrajo de niño y le mató sin haber cumplido 40. Pero supo que poseía un tesoro en las manos. Si no las hubiera tenido así, no se habría atrevido a ciertas cosas, como cuenta Cortot. "Esos dedos claramente separados de su base y dotados de una manifiesta independencia individual", comenta el pianista, "mostraron una agilidad milagrosa y un virtuosismo cautivador, muy profuso".
Eran dedos de terciopelo, decía George Sand. Sin ser consciente de que en su piropo encerraba una verdad física que le facultó para encontrar nuevos caminos. "Le proporcionaban una agilidad infinita de las articulaciones, susceptible de todas las delicadezas, y la firmeza de una osamenta en esa parte de su cuerpo que curiosamente era como la de un soldado", dice Cortot.
La sabiduría de quien debe sobrevivir y hacer del defecto virtud adornó a Chopin. Su voluntad de superación, su sensibilidad y unas manos capaces de llegar con la fantasía de su mente a las nuevas formas musicales que ideaba en la cabeza y debía desarrollar sobre el teclado le convirtieron en un Mesías del piano. Dice Lang Lang: "Con él, el teclado se convirtió en algo menos asociado a la percusión y más cercano a la cuerda y al viento de una orquesta". Él lo convirtió en el instrumento total.
Jesús Ruiz Mantilla, El País 01/03/2010
(Perdonen si me repito con los Nocturnos y sólo pongo mis favoritos, pero este lo estoy tocando y no hay nada que se pegue más).
sábado, 2 de enero de 2010
2010
Que alguien, en alguna parte, aprenda algo de todo esto. Que la crisis no termine igual que llegó, sin que nadie sepa cómo ha sido, igual que la primavera del refrán. Que los economistas se equivoquen -total, una vez más, ¿qué importa?- y el empleo crezca por encima de sus previsiones. Que, más allá de los balbuceos de las aspirantes a Miss Universo, se consolide un poco, aunque sea muy poco, la paz a la que podemos razonablemente aspirar. Que se firme un acuerdo para frenar el cambio climático. Que una vez resuelta la emergencia financiera, los que no se ponen de acuerdo para reducir las emisiones que nos matan lentamente, se acuerden de otras crisis que matan muy deprisa en las regiones más pobres del planeta. Que no se cruce un juez en nuestra vida. Que nadie vuelva a pasar la Navidad tirado en un aeropuerto, después de haberse pasado medio año ahorrando para comprarse una plaza en un avión que no va a salir. Que el Estado deje de resolver la irresponsabilidad de algunos empresarios con el dinero de todos. Que los políticos se acuerden del significado de la palabra política. Que los investigadores puedan trabajar. Que su trabajo sea fecundo. Que la tecnología, que inventa cada mes teléfonos móviles un poco más pequeños, sirva para resolver, cada mes un poco más, las enormes tragedias cotidianas de la humanidad. Que la tía buena del instituto se enamore de ese chico flaco y con gafas, que no habla pero saca matrículas en física, o del gordo que tampoco habla, pero sabe tocar el violín. Que España gane el Mundial. Y ya, por pedir, que el Atleti no baje a Segunda.
A mi prima Alicia, que gana 800 euros al mes en una agencia de viajes y no tiene más propiedades que Audrey, una perra callejera de raza incierta, le ha tocado el gordo de la lotería de Navidad. Que tengan ustedes la misma suerte.
Almudena Grandes
El País, 28/12/09
Feliz año nuevo, aprovéchenlo.
A mi prima Alicia, que gana 800 euros al mes en una agencia de viajes y no tiene más propiedades que Audrey, una perra callejera de raza incierta, le ha tocado el gordo de la lotería de Navidad. Que tengan ustedes la misma suerte.
Almudena Grandes
El País, 28/12/09
Feliz año nuevo, aprovéchenlo.
domingo, 29 de noviembre de 2009
No al paro
La gravísima crisis económica y financiera que está convulsionando el mundo nos trae la angustiosa sensación de que hemos llegado al final de una época sin que se consiga vislumbrar qué y cómo será lo que venga a continuación.
¿Qué hacemos nosotros, que presenciamos, impotentes, al avance aplastante de los grandes potentados económicos y financieros, locos por conquistar más y más dinero, más y más poder, con todos los medios legales o ilegales a su alcance, limpios o sucios, normalizados o criminales?
¿Podemos dejar la salida de la crisis en manos de los expertos? ¿No son ellos precisamente, los banqueros, los políticos de máximo nivel mundial, los directivos de las grandes multinacionales, los especuladores, con la complicidad de los medios de comunicación social, los que, con la soberbia de quien se considera poseedor de la última sabiduría, nos mandaban callar cuando, en los últimos treinta años, tímidamente protestábamos, diciendo que nosotros no sabíamos nada, y por eso nos ridiculizaba? Era el tiempo del imperio absoluto del Mercado, esa entidad presuntamente auto- reformable y auto-regulable encargada por el inmutable destino de preparar y defender para siempre jamás nuestra felicidad personal y colectiva, aunque la realidad se encargase de desmentirlo cada hora que pasaba.
¿Y ahora, cuando cada día aumenta el número de desempleados? ¿Se van a acabar por fin los paraísos fiscales y las cuentas numeradas? ¿Será implacablemente investigado el origen de gigantescos depósitos bancarios, de ingenierías financieras claramente delictivas, de inversiones opacas que, en muchos casos, no son nada más que masivos lavados de dinero negro, del narcotráfico y otras actividades canallas? ¿Y las expedientes de crisis, hábilmente preparados para beneficio de los consejos de administración y en contra de los trabajadores?
¿Quién resuelve el problema de los desempleados, millones de víctimas de la llamada crisis, que por la avaricia, la maldad o la estupidez de los poderosos van a seguir desempleados, malviviendo temporalmente de míseros subsidios del Estado, mientras los grandes ejecutivos y administradores de empresas deliberadamente conducidas a la quiebra gozan de cantidades millonarias cubiertas por contratos blindados?
Lo que está pasando es, en todos los aspectos, un crimen contra la humanidad y desde esta perspectiva debe ser analizado en los foros públicos y en las conciencias. No es exageración. Crímenes contra la humanidad no son solo los genocidios, los etnocidios, los campos de muerte, las torturas, los asesinatos selectivos, las hambres deliberadamente provocadas, las contaminaciones masivas, las humillaciones como método represivo de la identidad de las víctimas. Crimen contra la humanidad es también el que los poderes financieros y económicos, con la complicidad efectiva o tácita de los gobiernos, fríamente han perpetrado contra millones de personas en todo el mundo, amenazadas de perder lo que les queda, su casa y sus ahorros, después de haber perdido la única y tantas veces escasa fuente de rendimiento, es decir, su trabajo.
Decir “No al paro” es un deber ético, un imperativo moral. Como lo es denunciar que esta situación no la generaron los trabajadores, que no son los empleados los que deben pagar la estulticia y los errores del sistema.
Decir “No al paro” es frenar el genocidio lento pero implacable al que el sistema condena a millones de personas. Sabemos que podemos salir de esta crisis, sabemos que no pedimos la luna. Y sabemos que tenemos voz para usarla. Frente a la soberbia del sistema, invoquemos nuestro derecho a la crítica y nuestra protesta. Ellos no lo saben todo. Se han equivocado. Nos han engañado. No toleremos ser sus víctimas.
José Saramago
¿Qué hacemos nosotros, que presenciamos, impotentes, al avance aplastante de los grandes potentados económicos y financieros, locos por conquistar más y más dinero, más y más poder, con todos los medios legales o ilegales a su alcance, limpios o sucios, normalizados o criminales?
¿Podemos dejar la salida de la crisis en manos de los expertos? ¿No son ellos precisamente, los banqueros, los políticos de máximo nivel mundial, los directivos de las grandes multinacionales, los especuladores, con la complicidad de los medios de comunicación social, los que, con la soberbia de quien se considera poseedor de la última sabiduría, nos mandaban callar cuando, en los últimos treinta años, tímidamente protestábamos, diciendo que nosotros no sabíamos nada, y por eso nos ridiculizaba? Era el tiempo del imperio absoluto del Mercado, esa entidad presuntamente auto- reformable y auto-regulable encargada por el inmutable destino de preparar y defender para siempre jamás nuestra felicidad personal y colectiva, aunque la realidad se encargase de desmentirlo cada hora que pasaba.
¿Y ahora, cuando cada día aumenta el número de desempleados? ¿Se van a acabar por fin los paraísos fiscales y las cuentas numeradas? ¿Será implacablemente investigado el origen de gigantescos depósitos bancarios, de ingenierías financieras claramente delictivas, de inversiones opacas que, en muchos casos, no son nada más que masivos lavados de dinero negro, del narcotráfico y otras actividades canallas? ¿Y las expedientes de crisis, hábilmente preparados para beneficio de los consejos de administración y en contra de los trabajadores?
¿Quién resuelve el problema de los desempleados, millones de víctimas de la llamada crisis, que por la avaricia, la maldad o la estupidez de los poderosos van a seguir desempleados, malviviendo temporalmente de míseros subsidios del Estado, mientras los grandes ejecutivos y administradores de empresas deliberadamente conducidas a la quiebra gozan de cantidades millonarias cubiertas por contratos blindados?
Lo que está pasando es, en todos los aspectos, un crimen contra la humanidad y desde esta perspectiva debe ser analizado en los foros públicos y en las conciencias. No es exageración. Crímenes contra la humanidad no son solo los genocidios, los etnocidios, los campos de muerte, las torturas, los asesinatos selectivos, las hambres deliberadamente provocadas, las contaminaciones masivas, las humillaciones como método represivo de la identidad de las víctimas. Crimen contra la humanidad es también el que los poderes financieros y económicos, con la complicidad efectiva o tácita de los gobiernos, fríamente han perpetrado contra millones de personas en todo el mundo, amenazadas de perder lo que les queda, su casa y sus ahorros, después de haber perdido la única y tantas veces escasa fuente de rendimiento, es decir, su trabajo.
Decir “No al paro” es un deber ético, un imperativo moral. Como lo es denunciar que esta situación no la generaron los trabajadores, que no son los empleados los que deben pagar la estulticia y los errores del sistema.
Decir “No al paro” es frenar el genocidio lento pero implacable al que el sistema condena a millones de personas. Sabemos que podemos salir de esta crisis, sabemos que no pedimos la luna. Y sabemos que tenemos voz para usarla. Frente a la soberbia del sistema, invoquemos nuestro derecho a la crítica y nuestra protesta. Ellos no lo saben todo. Se han equivocado. Nos han engañado. No toleremos ser sus víctimas.
José Saramago
lunes, 9 de noviembre de 2009
Un bloguero llamado Saramago

Curioso personaje este Saramago. Tiene 87 años y (según dice) algunos achaques, ha ganado el premio Nobel, distinción que le permitiría no volver a producir nada porque, total, en el Panteón va a entrar en cualquier caso (el muy tacaño Harold Bloom lo ha definido como "el novelista más dotado de talento de los que siguen con vida... uno de los últimos titanes de un género en vías de extinción"), y le vemos escribiendo un blog en el que la toma con todo el mundo en general, atrayéndose polémicas y excomuniones de muchos sitios -a menudo no porque diga cosas que no deba decir, sino porque no pierde el tiempo en medir sus términos- y tal vez lo haga a propósito.
Pero ¿precisamente él? ¿Él, que cuida la puntuación hasta el extremo de hacer que desaparezca, que en su crítica moral y social no afronta jamás los problemas de frente sino que los rodea poéticamente bajo las formas de lo fantástico y lo alegórico, de modo que su lector debe poner algo de su parte para entender adónde quiere ir a parar; él, que -como en su Ceguera- hace que el lector viaje en una niebla láctea en la que ni siquiera los nombres propios, en los que tan parco es, dan una señal claramente reconocible; él, que en Ensayo sobre la lucidez efectúa una decidida elección política basándose en enigmáticas papeletas blancas? ¿Y este escritor fantasioso y metafórico viene a decirnos que Bush es de "una ignorancia abismal, de una expresión verbal confusa perennemente atraída por la irresistible tentación del puro despropósito", un cowboy que ha confundido el mundo con una manada de bueyes, un robot mal programado que confunde constantemente los mensajes que ha grabado en su interior, un mentiroso compulsivo, corifeo de todos los demás mentirosos que le han aplaudido y servido en los últimos años? ¿Y es este delicado tejedor de parábolas el que emplea palabras que no dejan lugar a la duda cuando define al propietario de la editorial que lo publica en Italia? ¿Y es ese ateo manifiesto, para quien Dios es "el silencio del universo y el hombre el grito que da sentido a ese silencio", el que saca otra vez a escena a Dios con tal de preguntarse qué pensará de Ratzinger? ¿Y quien, militante comunista (tenazmente aún), no duda en gritar que "la izquierda no tiene ni la más mísera idea del mundo en el que vive"? ¿Y quien se arriesga a una acusación de antisemitismo por haber criticado la política del Gobierno de Israel, olvidándose sin más, al sentirse tan airadamente partícipe en las desventuras palestinas, de recordar que no falta quien niegue el derecho a la existencia de Israel? Nadie tiene en cuenta, sin embargo, que cuando habla de Israel Saramago está pensando en Yahvé, "dios rencoroso y feroz", y en tal sentido no resulta más antisemita que anticristiano, dado que para cada religión intenta arreglar sus propias cuentas con Dios -que se llame como se llame en los distintos idiomas, le cae rematadamente mal-. Y que a uno le caiga mal Dios es sin duda motivo de ira furibunda contra todos aquellos que de él se sirven como escudo.
Si tuviera siempre en cuenta los pros y los contras, Saramago sabría también que hay maneras y maneras incluso en la invectiva. Cito (de memoria) a Borges que citaba (de memoria tal vez) al doctor Johnson que citaba el caso de un fulano que insultaba de esta manera a su adversario: "Señor, vuestra esposa, con el pretexto de que regenta un burdel, vende telas de contrabando". Saramago, por el contrario, no se anda con tantos cumplidos, es decir, dejándose de rodeos, en su actividad de comentarista cotidiano de la realidad que le circunda se toma la revancha de toda la vaguedad oblicua de sus fabulaciones.
Se ha hablado del ateísmo militante de Saramago. En efecto, sus polémicas no se dirigen contra Dios: una vez admitido que su "eternidad es sólo la de un eterno no ser", Saramago podría haberse quedado tranquilo. Su hastío se dirige contra las religiones (y por esa razón le atacan desde distintos frentes: negar a Dios es algo que se le concede a todo el mundo, polemizar con las religiones pone en discusión las estructuras sociales). En una ocasión, estimulado por una de las intervenciones antirreligiosas de Saramago, reflexioné sobre la célebre definición marxista según la cual la religión es el opio del pueblo. ¿Sería verdad que todas las religiones poseen esa virtus adormecedora? Saramago ha azotado a las religiones como germen de conflictos: "Las religiones, todas sin excepción, no servirán nunca para acercar y reconciliar a los hombres; todo lo contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de una monstruosa violencia física y espiritual que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la mísera historia humana" (La Repubblica, 20 de septiembre de 2001).
Saramago concluía en otra parte que "si todos fuéramos ateos, viviríamos en una sociedad más pacífica". No estoy seguro de que tenga razón, y parece como si indirectamente le hubiera contestado el papa Ratzinger en su encíclica Spe salvi, donde decía que es el ateísmo de los siglos XIX y XX el que ha provocado que "de tales premisas se hayan derivado las mayores crueldades y violaciones de la justicia".
Tal vez estuviera pensando Ratzinger en gente descreída como Lenin y Stalin, pero se olvidaba de que en las banderas nazis aparecía escrito Gott mit uns (que significa "Dios está con nosotros"), que falanges de capellanes militares bendecían los gallardetes fascistas, que se inspiraba en principios religiosísimos y se apoyaba en los Guerrilleros de Cristo Rey un culpable de tantas masacres como Francisco Franco, que religiosísimos eran los vendeanos en su lucha contra los republicanos, que católicos y protestantes se han masacrado alegremente durante años y años, que tanto los cruzados como sus enemigos estaban impulsados por motivos religiosos, que por razones religiosas se han encendido muchas hogueras, que religiosísimos son los fundamentalistas musulmanes, los terroristas de las Torres Gemelas, Osama y los talibanes, que son razones religiosas las que oponen a la India y Pakistán, y, para terminar, que fue al grito de God bless America como Bush invadió Irak.
Por todo ello se me ocurre la reflexión de que si tal vez la religión en ocasiones es o ha sido el opio del pueblo, más a menudo ha sido su cocaína. Creo que ésa es también la opinión de Saramago.
Escribo este prólogo porque creo tener una experiencia en común con el amigo Saramago, que es la de escribir libros (por un lado) y tener a mi cargo (por otro) una columna de crítica de costumbres en un semanario. Al ser este segundo tipo de escritura más claro y divulgativo que el primero, son muchos quienes me preguntan si lo que hago es trasvasar a esas breves piezas periodísticas reflexiones más ampliamente desarrolladas en los libros mayores. Qué va, contesto, es la reacción irritada, el impulso que lleva a la sátira, la estocada crítica escrita al hilo de la actualidad lo que proporciona más adelante el material para una reflexión ensayística o narrativa más extensa. Es la escritura cotidiana la que inspira las obras de mayor empeño, y no al contrario.
Y por eso yo diría que en sus breves escritos Saramago sigue alimentando su experiencia del mundo tal como desgraciadamente es, para revisarlo posteriormente con más serena distancia sub specie de moralidad poética. Y además, ¿realmente se muestra siempre tan airado este maestro de la filípica y de la catilinaria? Me da la impresión de que junto a la gente a la que odia está también la gente a la que ama, y así hallamos piezas afectuosas dedicadas a Pessoa (no es uno portugués en vano), o a Amado, a Fuentes, a Federico Mayor, a Chico Buarque de Hollanda, que nos demuestran lo poco envidioso que es este escritor y cómo sabe trazar de todos ellos delicadas y tiernas miniaturas.
Por no hablar de cuando el análisis de la actualidad roza temas (y aquí estamos de vuelta a los mayores asuntos de su narrativa) como los grandes problemas metafísicos, la realidad y la apariencia, la naturaleza de la esperanza, cómo son las cosas cuando no las estamos mirando. Y vuelve a escena el Saramago filósofo-narrador, ya no irritado sino meditabundo, e inseguro. Con todo, no nos disgusta tampoco cuando se enfurece. Resulta de lo más simpático.
Umberto Eco
Publicado en El País el 6/10/2009
Días felices
October 7th, 2009 El excelente artículo de Umberto Eco titulado “Un blogero llamado Saramago” que fue publicado hace algunos días en “La Repubblica”, apareció hoy en “El País” y saldrá mañana en las páginas del “Diario de Noticias”. Ese conjunto de textos breves, al que bauticé para la edición en libro con el nombre discreto de “El Cuaderno”, nació con suerte. Traducido ya al castellano, al catalán y al italiano, ha encontrado ahora el mejor de los valedores posibles en la persona de Umberto Eco, cuya perspicaz análisis viene sabiamente temperada por la gracia de la escritura y por la sutileza del humor. No tengo derecho a alargarme, mucho menos a comentar lo que Eco escribió. Me basta la felicidad que siento. En el pasar de todos estos años, otros libros míos fueron acogidos con generosidad y simpatía, pero ninguno como éste. Soy, en este momento, el más agradecido de los escritores.
José Saramago
El cuaderno de Saramago, 6/10/2009
http://cuaderno.josesaramago.org/
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