viernes, 29 de julio de 2011

Matemáticas o la poesía de la ciencia

Miguel Hernández, en El niño yuntero, espetaba: "Cada nuevo día es más raíz, menos criatura, que escucha bajo sus pies la voz de la sepultura". Tan sólo detenidos en ese retazo ¿se puede decir algo tan expresivamente bello y con tal economía de verbo? Es evidente que tal proeza es patrimonio de los genios, de los únicos, de los capaces de hacer historia.

Francisco Rico, en la introducción de sus Mil años de poesía española, nos enseña que "la piedra de toque de la poesía es conseguir formulaciones cuyos términos no puedan alterarse ni reemplazarse y que por eso mismo se resistan al olvido. Un poema es esencialmente un objeto verbal forjado para permanecer en la memoria y por ello construido como una red de vínculos capaces de lograr que la evocación de uno sólo de sus componentes arrastre a la evocación simultánea de todos los restantes".

En el lenguaje del científico las palabras de Rico se traducen en la búsqueda de formulaciones invariantes, es decir, de ecuaciones. Cuando Newton intentaba explicarnos el comportamiento dinámico del sistema solar no quedaba satisfecho hasta dar con la fórmula precisa. Michael Guillen, en Cinco ecuaciones que cambiaron el mundo, vuelve a seleccionar aquella de Albert Einstein de que "la materia es energía congelada", es decir, E=mc2. Y así ha ocurrido a lo largo de la historia con otros tantos ejemplos que cabría citar.

Cuando Miguel pensaba en aquel chaval tenía todo el vocabulario a su disposición, las palabras ya existían, estaban ahí, al alcance de cualquiera; pero sólo él fue capaz de darles el orden, el ritmo, la música, la parquedad, en definitiva, la belleza rotunda y nítida para que juntas se hicieran eternas. También la energía y la materia estaban allí, al alcance de cualquiera, pero tuvieron que esperar hasta que Einstein, el científico más influyente de la historia, las fundiese. Que ambas son -esencialmente- lo mismo, para que, a continuación, formulase la más bella ecuación jamás soñada: el espaciotiempo está curvado a causa de la materia/energía.

Ambos genios encontraron la fórmula para entender la Naturaleza y explicarla con precisión y máxima economía de medios. El carácter universal de la fórmula se manifiesta en su utilidad y capacidad de pronosticar. Hernández sigue siendo profeta y, 100 años después, aquella ecuación sigue superando cualquier test y sus predicciones se siguen cumpliendo.

Una y otra, otra y una, en pos de los mismos fines. Nadie debería dudar ya de que la Matemática es la poesía de la Ciencia.

Ángel Ferrández Izquierdo es catedrático de Geometría y Topología de la Universidad de Murcia y miembro de la Academia de Ciencias de Murcia.

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